Me parecía hasta mentira que durante aquel año ’94 hubiera ocurrido aquello: Manuel Alejandro RAPHAEL, aquella especie de alma gemela a quien yo consideraba una especie de reencarnación o reespirituación, uno de mis alter ego de quien creía tener yo mucho que aprender, se hubiera retirado de la circulación humana. Lo consideraba y aún hoy lo sigo considerando en parte así, un atraco que la realidad había perpetrado en el tesoro de mis sentimientos; me había robado a un amigo que tras aquel año prácticamente desapareció de mi vida.

Se esfumaron todas nuestras inquietudes, proyectos compartidos y formas paralelas de ver el mundo. Bien podría decirse que el motivo o el detonante fue la aparición de Francine Ref. Facundo Plátanos en su vida, un terremoto dislocante de dimensiones que dio al traste con todas las potencialidades de Manuel Alejandro RAPHAEL, quien a partir de entonces se replegó al hogar y las fronteras correspondientes del matrimonio.

Francamente, me sorprendió (y no de forma positiva) que la tal Francine Ref. Facundo Plátanos tuviese una inequívoca apariencia de vacaburra con ínfulas: no sé si estudiaba alguna carrera, pero francamente era una de esas personas a las que el conocimiento no las penetra, como si fueran impermeables a la sabiduría.

Que fuera un poco basta no bastaba ante mis ojos para descalificarla, pero además traía puesto el uniforme de la revisión del pasado: un revisionismo que –aplicado a la Historia de la Humanidad– viene significando negación de los genocidios y las mil barbaridades de las que el ser humano tendría que aprender para no repetirlas.

En el caso que nos ocupa, Francine Ref. Facundo Plátanos venía a promulgar con su sonrisa de suficiencia, tan inconsciente como descerebrada, que todo el pasado de Manuel Alejandro RAPHAEL había sido un error: ella había llegado para poner las cosas en su sitio. La verdadera vida de Manuel Alejandro RAPHAEL empezaba con la aparición de Francine Ref. Facundo Plátanos; ésta era la tesis principal de su presencia.

Lo que significaba colocarnos fuera de juego a todos quienes no éramos ella. Manuel Alejandro RAPHAEL le dejaba hacer, porque le había concedido a Francine Ref. Facundo Plátanos carta blanca en su vida; ningún problema, cada uno tiene sus prioridades y sus preferencias ¡faltaría más! Lo que me jodía del asunto era la prepotencia encubierta con la que Francine Ref. Facundo Plátanos actuaba: como un juez implacable e inmisericorde.

Así acabó una gran amistad y empezó una nueva vida para Manuel Alejandro RAPHAEL, quien se dedicó a la familia y la docencia, mendigando nominillas en el Ministerio de Educación para poder pagar aquella casita que jamás llegué a ver, en un pueblecito del extrarradio de Samarcanda.

Manuel Alejandro RAPHAEL se diluyó como un azucarillo en el vaso de agua que era Francine Ref. Facundo Plátanos: insípida, incolora… para mayor agravamiento del conjunto de la situación, la tal Francine Ref. Facundo Plátanos era la hermana de Facundo Plátanos, a quien yo consideraba el advenedizo impresentable, forofo de los Hombres G, que había llegado al Plátanos para derrumbar todo aquel microcosmos que como un monumento habíamos ido construyendo con tangos, cerveza y buena música al calor fascinante de la Filosofía en su versión nocturna. Algo que a mí me había seducido durante aquellos años, sin duda.

Me costó tiempo comprender que no se trataba de una casualidad, sino que ambos, Facundo Plátanos y Francine Ref. Facundo Plátanos, formaban parte del relevo generacional que venía a ocupar sin misericordia el que había sido nuestro universo imaginario… aquel entrañable país de apátridas. Hoy lo entiendo y lo acepto, pero me sigue pareciendo una puta mierda en la que Manuel Alejandro RAPHAEL resultó ser sólo un daño colateral, una baja irremplazable de aquella guerra épica: su desaparición fue provocada por la pasión arrebatadora que sentía hacia la imaginaria belleza, igual que yo mismo.