Matrimonio

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¿Cuándo empezaron a casarse l@s amig@s y/o conocid@s? No sabría decir quiénes fueron l@s pioner@s entre mi lista de contactos… hasta tal punto resultaba que mis reproches no eran algo personal. Mi pueril pretensión era perpetuar lo provisional indefinidamente, como capturar insectos en ámbar. Conservando la belleza de un instante, pero traicionando la vida como devenir esencial.

Así, desde aquel punto de vista me planteaba el asunto del matrimonio ni más ni menos que como una guerra. En ella el enemigo eran las instituciones, la vida previsible… en una palabra, la madurez. Aquella visión no era sino una versión sesgada del síndrome de Peter Pan. Casarse era crecer, con lo que esto tiene de irreversible, aceptando por consiguiente lo fáctico. El funcionamiento de la vida encarnado en la figura del matrimonio.

Muertos o casados ¡qué más da! Matrimonio o suicidio ¿acaso no son sinónimos? Declaración de principios para una vida nueva… Una larga lista de despotriques y desplantes de referencia podría venir para completar esta descripción de los hechos, acompañándola con ejemplos concretos… pero significaría entrar en una casuística que no viene a cuento. Hacer etnografía en lugar de Antropología.

Mi postura era clara y públicamente conocida, notoria en mi círculo más allegado. En toda aquella argumentación mía contra el matrimonio, que fuera una ‘falta de educación’ era sólo la introducción. “Falta de educación” en el doble sentido que suele utilizarse la expresión: por un lado, carencia educativa, escasez de formación que lleva a una persona a comportarse de manera inadecuada en sociedad… Por otra parte, desplante provocador hacia el entorno, como una forma de perturbar la paz social que a uno le rodea. En este segundo sentido también podría haberla calificado de iconoclasta, dándole la vuelta a la argumentación, pero no me interesaba. Prefería la polisemia antes apuntada, además de calificar de maleducados a quienes se casaban. No sólo me ahorraba asistir al ceremonial socialmente aceptado; también me permitía actuar en el futuro hacia ellos con despecho, desapego o incluso desprecio llegado el caso… impunemente, avalado por aquella postura de adalid.

Autoasumida, autoadjudicada, como si yo fuera el encargado de reivindicar una reserva espiritual de valores juveniles… y además éstos tuvieran que ser inmutables. Una especie de purismo que no se aguantaba con ningún armazón ideológico que no estuviera rayando la inmadurez.

Negarse a la evidencia de crecer. Negarse a aceptar la vida con la imprescindible carga que supone superar una etapa y llegar a la siguiente. Negarse a crecer. Pero ¿acaso no era esto mismo lo que en versión más chabacana les reprochaba yo a los tunos? Quizás no fuera yo mismo más que un tuno en versión intelectual…

Para mejor ilustrar todo lo expuesto aquí hasta el momento, vaya este texto mío de la época:

A PROPÓSITO DEL MATRIMONIO DE K. Y LA MUERTE DE BUKOWSKI

Quien ha sido abandonado por todos a quienes amaba, cuando uno tras otro ha ido acumulándose en el tedioso sinnúmero de amnésicos, ése no está solo. Porque tiene intactos recuerdos, preciosos como esmeraldas, que pueden siempre ser cimientos de nuevas selvas tropicales, siempre sorprendentes.

Pero quien ha antepuesto el egoísmo de la inercia, la comodidad del sedentarismo y la cerrazón del monopolio a lo que sabe su naturaleza, ése se ha convertido (por voluntad propia o anulándola por propia voluntad) en traidor de puertas abiertas, en clausurador de imágenes, en anulador de complicidades. Él sí está solo, porque ha transformado el pasado en arquerías ciegas de lo que fueron monumentos, cercenando toda posibilidad de añoranza o melancolía en recuerdos archivados y clasificados. No ha lugar el hipotético día en que –ayuno de liviandades– pretenda desempolvar las lágrimas de lo que fue su vida, porque es un cadáver para sus propias necedades/necesidades.

Y no cabe el reproche, sin embargo, en un baúl de sabores degustados al unísono dentro del cual se ha compartido una eternidad. Sólo negar con la cabeza porque/cuando se tiene como cierta la existencia de innúmeras empresas aún por comenzar. Resignarse no es reprochable, sólo lastimero; cuando la labor del vómito sobre las ruedas de molino es sustituida por la comunión de las mismas resta la duda de si esta es la verdadera naturaleza y aquélla no era sino pose atractiva o tentadora; resta la certeza de que al hundirse el barco las ratas son las primeras en abandonar la cubierta. Pues los "versos del capitán" se han trocado en agrias prosas con firma de Bukowski, olvido ahora que todo tiempo dedicado a un desertor es tiempo perdido y prefiero transformar el vilipendio en el homenaje a una autenticidad para la que tus ojos han sido cegados sin remedio; Strogoff sin zar, quizás –Dios no lo quiera– algún día te añores siendo vilipendiado por tempestades de sentimientos y llores en tu carísimo sillón de cuero. Entonces podrás llamarme, pero no ahora.

En él, K. era uno de mis conocidos de la vieja guardia, que se pasó “al enemigo” en el ’94.

En todo caso mi hastío era insostenible… probablemente porque con mi postura había quedado inmóvil, irreal y paradójico como pueda serlo un mojón o un hito. Indicando el camino a todo el mundo, pero sin moverse del sitio. Una referencia en el mejor de los casos, pero dando pistas sobre un itinerario que jamás había recorrido por completo.

Aunque en realidad se trataba de una táctica, pero yo aún no lo sabía… Simplemente estaba preparando de forma inconsciente o predestinada un terreno que más tarde, en el ’99, me permitiría dar un salto estelar. Gracias a tantos años criticando a los casados, encontré la mejor manera de que me dejara todo el mundo en paz. Al casarme, rompieron conmigo por despecho, achacándome incoherencia.

En definitiva, venía a encajar todo perfectamente en aquél mi esquema ancestral que clasificaba el matrimonio como una variante del suicidio.

Por fortuna así pude exiliarme a otro tiempo y otro espacio… a un mundo posible que para mí hasta entonces había resultado imposible. Sólo encontrando a Mesy tuve la llave de aquella cerradura… la combinación alquímica transformadora de la realidad en oro puro. Se quedaron todos allí abajo, disminuyendo en tamaño como hormigas vistas desde el cielo. Mientras, yo iba despegando hasta alcanzar el espacio exterior… Desde aquí todo aquello resulta diminuto y ajeno, como un recuerdo.

 

 

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