Idoia Zanahoria     ´92 ´94   817
             

 

Aquella chica iba detrás de sus gafas o al menos eso parecía al primer golpe de vista. No sé si las utilizaba como parapeto tras el que esconderse por miedo a mostrarse tal cual era de vulnerable o lo hacía para amortiguar la realidad… pero aquello tenía algún significado más allá de la simple casualidad o desidia.

Probablemente se tratara de una de esas tonterías insustanciales que a los genios les sirven como seña de identidad: identificándose con ellas, les otorgan un plus de significado innovador al tiempo que les sirven como identificación pública.

Sin embargo no era éste el caso de Idoia ZANAHORIA… más que nada porque su genialidad era tan impostada como la mayoría de las de sus compinches, alumn@s de la Facultad de Bellas Artes. Idoia ZANAHORIA era una chica normal, con todo el ajuar que esto significa: sus tareas académicas y domésticas, su preocupación por la apariencia física, su búsqueda de diversión, su cuerpo más o menos atractivo gracias a un par de tetitas bien presentadas, su personalidad pretendidamente pizpireta pero no condescendiente…

En fin, todo aquello que puede esperarse de alguien de su condición y con su edad; pero Idoia ZANAHORIA se salía del montón y lo previsible, desde el momento en el que había pasado a formar parte de ese colectivo inclasificable y equívoco: el de l@s alumn@s que mantienen una relación afectiva con algun@ de l@s profesor@s. Son minoría por definición, todos hemos conocido a algun@ de ell@s: suelen comportarse como si tuvieran un pie ya en el mundo de los catedráticos, aunque sólo lo toquen de refilón y de rebote… con el sexo y puede que también con el corazón. Ostentan algo así como una suficiencia que exhiben con quienes son simples alumn@s.

Si por lo general queda la duda de la sinceridad de la relación que mantienen con su pareja profesoral, por aquello de que quizás sólo se trate de un rollo temporal, interesado y ficticio con la única finalidad de obtener una nota favorable o extraordinaria… en el caso de Idoia ZANAHORIA la cosa se complicaba un poco, pues el profe de pintura con el que efectuaba sus escarceos sexuales-erótico-afectivos, era un tipo de apariencia deleznable; prepotente, maloliente, elitista, alcohólico y mediocre. La duda era evidente: ¿de verdad podía estar enamorada de él una veinteañera como Idoia ZANAHORIA? A mí me parecía, como poco, sospechoso.

Casualmente Idoia ZANAHORIA era compañera de piso de Idoia y eso hizo que coincidiéramos alguna vez Idoia ZANAHORIA y yo: me quedó la impresión de que la personalidad de aquella ratita con ínfulas de pintora que era Idoia ZANAHORIA sin duda se estaba contagiando del tipo rancio con quien follaba. Con frecuencia Idoia ZANAHORIA parecía levitar un palmo por encima del suelo, lejana de la realidad por considerarla inferior… todos estábamos perdidos por ahí abajo, en el mundanal ruido que se presentaba deleznable para su luminosa torre de marfil.

Lo cierto es que me provocaba infinita pena, como en general toda aquella persona que se considera por encima del montón: máxime cuando lo único que ha hecho para salir de ese montón al que tod@s pertenecemos es sólo un par de cuadros relativamente bien ejecutados. Claro, que también está el asunto del márquetin: saber venderlos. Quizás para eso le servían sus habilidades sexuales (si es que las tenía) y su flamante apellido de hortaliza.

 

 

Sonido

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