Jesús

Objetor

 

Samarcanda

´98

´99

820

             

 

Para Jesús Objetor resultaba poco menos que una salida de emergencia: estudiaba Derecho y le urgían sus obligaciones con la patria, pero estaba en contra del ejército… como a tantos otros nos había pasado. Las casualidades de la vida a veces hacen que uno acabe dando tumbos por unos derroteros inimaginados. Así le ocurrió a Jesús Objetor, a quien por una de esas carambolas hilarantes le tocó hacer la Prestación en La Tapadera: igual que toca la lotería (la pedrea) o una piedra perdida (la pedrada).

Jesús Objetor aterrizó con pies de plomo en nuestro engendro, supongo que receloso de haber caído en una secta como quien cae en un agujero negro. Pero bien pronto se percató de que aquello era algo bien diferente… y casi sin darse cuenta empezó a participar entusiasta de los mil proyectos que por allí circulaban. Al principio con recelo y algo de complejo de inferioridad: sobre todo apabullado por la pose y las conversaciones de todos aquellos genios profesionales en apariencia.

Durante múltiples conversaciones yo le advertí de que no se dejara impresionar por las apariencias, pero su inteligencia hacía innecesarios mis apercibimientos: no tardó mucho en percatarse de la infinita tontería que habitaba un gran porcentaje de los cráneos que por allí circulaban.

Pero para Jesús Objetor calar al personal era sólo el primer paso; encontró su sitio en La Tapadera y se encontraba a gusto en ella. Tenía la excusa perfecta para dejar de lado el Derecho, aunque en ocasiones se dedicara a estudiar durante las “permanencias” que establecíamos para cubrir el expediente legal, por si apareciera algún inspector de la Prestación buscando las cosquillas.

Sin embargo Jesús Objetor no era pusilánime y pasó a formar parte de la plantilla fija de La Tapadera. Allí daba rienda suelta a una creatividad que le bullía desde siempre pero jamás había encontrado manera de salir a la luz. Adquirió soltura en algunas disciplinas, mientras que en otras profundizó en un conocimiento que ya poseía previamente.

Conectábamos espiritualmente, compartíamos opiniones acerca de todos aquellos supuestos artistillas y su tontería… en definitiva, Jesús Objetor pasó a formar parte del “núcleo duro” de La Tapadera. Durante muchas tardes compartimos la complicidad que otorga la camaradería realmente artística, lejos de los cenáculos al uso y las tonterías de cartón/piedra.

Entre sus múltiples formas de participar en La Tapadera (con naturalidad, sin ningún esfuerzo) incluso llegó a estar la de hacer obras que después poníamos a la venta en los mercados medievales a lo largo y ancho del país: eso sí, respetando escrupulosamente los porcentajes pactados sobre el precio final… entre personas razonables, el dinero es lo de menos.

En otras palabras, Jesús Objetor se convirtió en lo que para mí era un habitante ideal de La Tapadera: dispuesto siempre a aprender y colaborar, participando activamente en todas las posibilidades que se encontraban a su alcance. Tanto a Jesús Objetor como a mí se nos olvidó que era un esclavo al servicio del estado: conseguimos hacer de su Prestación algo divertido y creativo.

El mutuo enriquecimiento que supuso nada tuvo que ver con el de los otros tres objetores que recalaron por allí: un fotógrafo profesional que vivía en otra galaxia lejos del arte, el caraconejo de cabeza cuadrada que también estudiaba Derecho y el otro chaval, camarero de profesión y estado de ánimo… tan deseoso del escaqueo como si hubiera estado en el ejército. Supongo que para Jesús Objetor pasar por La Tapadera supuso un punto de inflexión en su vida… el veneno del arte empezó a circular por sus venas.

Es probable que después sentara la cabeza y su paso por aquel antro sólo sea un recuerdo de juventud. Pero la seguridad de aquellos momentos de risa habrá anidado en su memoria. Mil ocurrencias hilarantes, como la de un muñeco que salió milagrosamente ileso de una llamarada, al que Jesús Objetor bautizó como “el pitufo ignífugo”… guiños desde un tiempo que no deja de ser otra realidad, lejos de ésta tan pacata. Para Jesús Objetor, La Tapadera resultó ser algo muy diferente a la Prestación: la puerta abierta a una realidad alternativa.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta