Jonás

Química

Zarafshon

´94

´95

828

           

 

Jonás Química era una de esas personas que disfrutan haciendo de su presencia algo incómodo, sembrando la discordia a su alrededor, a su paso.  Un elemento discordante, vamos… las interpretaciones más simplistas hacían correr el bulo de que Jonás Química era un amargado que se empeñaba en extender su amargura al resto de la Humanidad, como si con ello tuviera menos: como si repartiéndola, a él le disminuyera. Como si la amargura se diluyera en lugar de multiplicarse exponencialmente; esto último es lo que suele pasar con las energías negativas.

Esas mismas malas lenguas se entretenían las grises tardes de Angren, donde coincidí con Jonás Química impartiendo clases en el instituto, también decían que el motivo de la amargura no era otro que el complejo de exiliado que sufría Jonás Química, pues anhelaba poder trasladarse hasta su Zarafshon del alma… pero los requisitos del Ministerio de Educación se lo impedían: aún le faltaban puntos y experiencia laboral para acceder a aquel destino, por el que se peleaban los docentes como pudieran hacerlo los niños con una golosina.

Si a esto añadimos el carácter obcecado que la sabiduría popular le adjudica a los oriundos de dicha ciudad, podemos tener el retrato completo de Jonás Química sin necesidad de contemplar su rostro. Así, con este perfil esbozado en las líneas anteriores, quienes lean el presente desvarío ya pueden tener una visión tan aproximada como aséptica de Jonás Química: me declaro neutral y me inspiran los elementos contemplados de primera mano, incluyendo esto las comidillas ajenas escuchadas en directo.

Pero lo de Jonás Química, si pretendía ser azote para quienes coincidíamos con él en la existencia, acababa siendo poco más que inspirar compasión por aquel pobre hombre amargado, renegando cotidianamente de una situación que sin duda habría sido para muchos el paraíso… incluso para el propio Jonás Química si hubiese contado en su haber con un poco más de inteligencia emocional.

Sin embargo Jonás Química dejaba que aquella bilis le inspirase cada momento de su vida, tanto laboralmente como en su tiempo libre; con ello conseguía contaminar sus conocimientos de química, su especialidad, pero también las relaciones humanas que constituían su existencia. Jonás Química se había instalado en una posición por definición negativa: cualquier asunto que surgiera contaba con su desaprobación, sin necesidad de evaluarlo siquiera. Era una personificación del NO A TODO constante, para demostrar que el mundo era una mierda, claro; ésta era la tesis fundamental con la que constantemente trabajaba Jonás Química.

Hay quienes defienden la idea de que una actitud vital semejante tiene consecuencias directas sobre la salud de quien la practica; quizás estén en lo cierto, desconozco las dolencias que aquejaban a Jonás Química, si es que había alguna. Pero lo que sí puedo corroborar es otra de las ideas que al respecto suelen correr por ahí: que la mala baba y el carácter agrio acaban redundando en una apariencia física repulsiva.

El caso de Jonás Química resultaba paradigmático, aunque bien es verdad que no podía establecerse objetiva ni científicamente una relación de causalidad: en caso de que así fuera, ¿cuál era el antecedente y cuál el consecuente?

El gesto avinagrado, la mala leche militante de su rostro y el desprecio con el que se dirigía a todos en general… iban muy en consonancia con las arrugas en exceso marcadas para su edad (no mucho más de los 40), así como también una dentadura descolocada y la mirada ratonil escondida tras unas gafas que en nada le favorecían.

Caminar deslavazadamente y vestir con dejadez resultaba la guinda para aquel pastel de carne con ojos; guinda que venía a recordarle a cualquiera que la propia vida no es tan mala: siempre las hay peores.

 

 

 

Sonido

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