ANGREN

AN - 1.

Generalidades

de Angren

1994

124

 

Hacer una aproximación al valle de Angren resulta simultáneamente sencillo y complejo. Si bien en esencia funciona igual que el resto de las comunidades humanas[1], por otra parte se trata de una geografía trufada de particularidades que hacen de la casuística toda una antología. Dignas de ser reflejadas para que el lector disfrute… independientemente de que pudieran ser tratadas científicamente, que no es el caso.

Un poco por casualidad, otro poco forzado a conciencia: mi paso por Angren fue un particular descenso a los infiernos. Volvería a repetirlo sin dudarlo, a pesar de que puede entenderse como un exilio… con todo lo que esto significa. Las condiciones de comunicación eran tales para alguien sin coche, como yo, que podríamos hablar incluso de destierro. Largas temporadas en el valle de Angren, aislado de forma natural y con su propio microclima antropológico. Sobrevivir allí sin duda suponía una hazaña metafísica.

Llegar a Angren, como a cualquier otro lugar, puede hacerse de dos maneras: con un estudio previo del sitio al que se va[2] o alegre y despreocupadamente, camino de la aventura[3]. Mi caso fue el segundo. Por las circunstancias que concurren en las interinidades imprevistas al servicio del sacrosanto Ministerio de Educación y Ciencia[4]. Una llamada telefónica a la plaza Lucas Coscorrón, mi domicilio saharaui[5], me ofreció trabajo como profesor interino durante un curso en aquel enclave inigualable de la montaña. Esa misma mañana, inmediatamente, les llamé para darles la confirmación, lo que supuso mi marcha precipitada hacia Angren en un plazo de 48 horas. Con esas premisas, lógicamente… ni estudio antropológico (físico o cultural), pues Internet estaba en pañales… ni siquiera un equipaje en condiciones.

Aparecí en lo que sería mi Destino (así, con mayúscula) el curso siguiente, ’94-’95. Con una alegría y un desparpajo que ahora se me aparecen no sólo inconscientes… también arriesgados y cándidos. Bueno, presentarse para el trabajo en cuestión ya se sabe lo que es: un par de charlas, unas presentaciones para que todo el mundo sepa a qué atenerse ¡y listo! un año funcionando. Pero también estaba el asunto de vivir. Así, en abstracto, en general… y con todas sus consecuencias.

Tras la toma de posesión del puesto en Djizaks, un poco de equipaje. En el primer contacto con la geografía de Angren estuve acompañado por Seco Moco, quien se prestó a ser mi ayuda de cámara continuando con su labor de Polidori también durante aquel ascenso a los infiernos.

Bueno, una pensión para arreglar la burocracia antes de la mudanza provisionalmente definitiva. Para cuando llegué la segunda vez, ya más pausado el asunto y con el respaldo de los buenos consejos de mis amigos del Ministerio de Educación y Ciencia de Samarcanda[6] fui instalado en el piso que compartiríamos un grupo de interinos[7].

Si aquello por sí mismo ya era una experiencia extrema, ni qué decir tiene el asunto de vernos insertos en el valle de Angren: esto lo convertía en algo excepcional e inimaginable. Un ritual iniciático, sin duda. A tod@s l@s amantes de las disciplinas de riesgo les recomiendo una experiencia como ésta, porque el deporte más extremo sin duda es el que le enfrenta a uno consigo mismo… con sus fantasmas conocidos, pero también con los ignotos.

“Conócete a ti mismo”[8] debería haber sido el cartel anunciador/amenazador que presidiera la llamada Fiesta del aguardiente en Angren. Por aquel entonces (noviembre del ’94) la susodicha celebración consistía en la colocación de un par de máquinas destilando aguardiente en medio de la plaza y repartiéndolo gratuitamente a la concurrencia, sin ningún tipo de limitaciones. Aquello, evidentemente, era una bomba de relojería. La carta blanca con la que atravesar cualquier frontera.

Sólo llevábamos un escaso par de meses interactuando en el lugar y con sus gentes cuando ocurrió aquello. Fue lo suficientemente significativo, relevante y rotundo para que sus consecuencias se extendieran en el tiempo, más allá de cualquier inmediatez. En aquella época susodicha fiesta aún estaba en pañales: era su quinta edición. Ahora ya van más de 25 y supongo que habrá cambiado en esencia. A la vista de los anuncios oficiales que discurren por la red, así parece.

Pero en los inocentes tiempos del siglo pasado que nos ocupan, como en casi todas las fiestas del mundo… de lo que se trataba era de alterar la conciencia (individual y colectiva) para conocerse mejor entre los habitantes de una comunidad humana. A menudo tan cercanos y tan ajenos, con esa costra protectora que se ha dado en llamar convenciones sociales.

La desinhibición de un individuo bajo los efectos de alguna sustancia alteradora de la conciencia suele “desnudarle”, porque olvida (deliberadamente o no) todos los esquemas que constriñen su verdadera personalidad. Ésos que atenazan su esencia por imperativo de convivencia: el proceso de la socialización, que es el inicio de la autotraición.

De ahí que la sabiduría popular recele de quien nunca se emborracha, pues la comunidad desconoce cuál es la personalidad real que anida en su ser. Por lo general, de hecho las mayores patologías suelen presentarse en individuos que jamás han tenido una válvula de escape para sus monstruos interiores.

Así, puede decirse que la Fiesta del aguardiente era un pacto con ese diablo que todos llevamos dentro. Una puerta de emergencia abierta a plazo fijo y con fecha pactada. Para que salieran los demonios a campar a sus anchas durante un día, asegurando así que estarían a buen recaudo el resto del año. El pacto parecía justo, ¿no?

Existen infinitas versiones de esto mismo por toda la geografía planetaria: liberar a la excepción para que no se sienta encarcelada, aprender a convivir en armonía con el lado oscuro. Así éste consiente en quedarse en la jaula, bajo llave, esperando su día.

En el fondo, someterse voluntariamente a un experimento de este tipo debería tranquilizarnos, porque demuestra que nos aceptan tal cual somos. Nuestra capacidad de enfrentarnos, cara a cara, con nuestros propios fantasmas. ¿Acaso existe una tarea más honesta?

Pero bien es cierto que abrir la caja de los truenos es arriesgarse a una buena tempestad. Desde aquel día no volví, no volvimos a caminar con la misma inocencia las calles de Angren: no por el qué dirán[9] sino por el cómo seré[10].

Durante aquella tarde-noche[11] fui alterando mi conciencia con una alegría y una inocencia que a fecha de hoy no podría repetir. Mis escasos 30 años de entonces me lo permitían, sin duda.

Como si me hubiera ido sumergiendo poco a poco en un líquido aterciopelado, los recuerdos de aquel día se difuminan… puede que incluso crea recordar aquello que en realidad me han contado, reconstruyendo en imágenes ficticias lo que se le hurta a mi memoria.

Entre neblinas, recuerdo haber escrito un poema del que sólo ha sobrevivido el título, indeleble en mi memoria[12]. Estando en casa de Catalina Ku, pero ¿qué hacía yo allí? ¿Por qué fui a visitarla, con qué aviesas intenciones sabiendo que ella tenía novio[13]? Quizás el texto del poema llegaría a clarificarlo, pero jamás llegó a dejármelo leer tras aquel día… menos aún transcribir. Será ya para siempre un misterio, porque tras aquel curso jamás volví a verla ni saber nada de ella.

El resto de mis desvaríos de aquella jornada forman parte de la mitología contemporánea, pero no de mi memoria. Hasta tal punto aquélla fue una experiencia clarificadora y nefasta, hasta tal punto me disgustó el rostro que me devolvía un espejo pulido con superficie de aguardiente… Baste decir que desde aquel día dejé de beber drástica, radicalmente: ni una gota de alcohol de ningún tipo durante los siguientes tres o cuatro años.

Mientras tanto, lo supe al día siguiente, había repartidas también por la población otras conciencias alteradas circulando por sus calles. Entre otras, la de Pedro COME… quien iba gritando como un poseso, pidiendo confesión. Hubo quien se asustó, porque no le conocía. Pero aquel retazo de humor negro, viniendo de su otro yo, era una genialidad más que venía a complementar su personalidad ya de por sí excepcional, inclasificable.

Pedro COME era el que con frecuencia decía “Me cago en el dios de los cristianos…” ¿Cómo podría pedir confesión, sino desde más allá de los razonamientos caducos de las conciencias apolilladas? Lo entendí entonces y lo entiendo ahora. Del resto de la noche, poco más: casi todo el mundo constreñido por su propia autocensura o lo que es peor… por las normas sociales.

A partir del día siguiente volvió a continuar la vida normal, retomando su propio relevo[14]. Es posible que a mi paso, a mis espaldas, murmurasen absurdos, barbaridades o sentencias. Amparadas en un desconocimiento absoluto del Cosmos, de la esencia humana y de tantas otras cosas. Me resulta de todo punto indiferente.

Los profesores interinos éramos considerados (con motivo) como una raza aparte. No sólo por la edad y las características físicas[15], también por el carácter que demostrábamos. Muchas veces, reacciones sólo previsibles en personas sometidas a situaciones límite, de supervivencia. Pero más allá de aquello[16], superando lo apocalíptico que podía significar semejante hábitat para pimpollos como nosotros… estaba el carácter propio del lugar.

El valle de Angren fue provincia independiente hasta el siglo XIX, según creo. Esto lo dice todo, sin duda clarifica en gran medida el perfil medio de aquel habitante, anclado aún en el aislamiento propio del condicionamiento telúrico. Un par de ensayos escritos sobre el terreno habrían aportado ideas clarificadoras acerca de todo esto: “La influencia del borono en el carácter de Angren” y también: “Angren y el influjo del aguardiente”. Pero no pasaron de ser títulos especulativos habitando mi cabeza, que nunca llegaron a ver la luz.

En general resulta difícil expresar en palabras los sentimientos de momentos inolvidables. Aquí está el intento: con los capítulos que siguen, dedicados a domicilio y trabajo, se completa éste.



[1] Remitiéndose a unos referentes universales no escritos, costumbres que aparecen de forma similar en cualquier grupo.

[2] Tal y como lo harían los famas (inolvidables personajes del imaginario de Julio Cortázar).

[3] Éste en cambio sería el itinerario de los cronopios.

[4]M.E.C. según la denominación de la época.

[5] Que por pura afortunada casualidad fue atendida por mi entonces Polidori, Seco Moco.

[6] Mis antiguos compañeros de trabajo.

[7] Todos procedentes de allende el valle de Angren: José César SOSO, Jacobo RARO, Pedro COME y yo.

[8]Nosce te ipsum, en las palabras griegas del templo de Delfos… siglo VIII a.C.

[9] Irrelevante de todo punto en cualquier parte y circunstancia.

[10] Hasta entonces ignorado.

[11] Con la paulatina y paciente tarea de ir alterando la conciencia a base de “infusiones” de aguardiente. Transparentes como el aire o como los más efectivos venenos.

[12] Anda que no (sal).

[13] Paralelamente a mí, que tenía a Dolores BABÁ, en la distancia.

[14] El que dejó aparcado a la puerta de aquella destilería.

[15] Tarde o temprano, a todos nos confundían con alumnos.

[16] Puramente humano y natural en un entorno semejante.

 

 

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