La diosa

     

´87

´89

 849

             

 

Felipe Anfetas la tenía en un pedestal, de ahí su apodo: La diosa. La verdad es que la tía tenía buena planta, de ésas que quitan el hipo en un primer momento por la exuberancia del cuerpo. Enseguida, por sus formas de actuar y moverse uno se percataba de que no se encontraba en el mundo digamos accesible. Quizá un poco por el idioma (creo que era alemana) pero sobre todo por el nivel de conciencia que dejaba traslucir su gesto ausente… probablemente bajo los efectos de algún psicotrópico, pensaba uno.

Años después mi relación con Felipe Anfetas hizo que en alguna conversación él confesara que sí, que durante una buena época (para él), ambos habían compartido esa afición desmedida hacia las anfetaminas. Era esto lo que dejaba traslucir el gesto de La diosa, al fondo del Orfebrería, llevada su conciencia vaporosamente por el ritmo de la música, que allí siempre era buena.

A La diosa la recuerdo entre neblinas ambarinas y maderas oscuras, pues ésta era la ambientación del Orfebrería. También vestida de azul e inconmensurable, escapando de la realidad del brazo de Felipe Anfetas y perdiéndose por las escaleras en una huída que no era hacia adelante, sino más bien hacia arriba.

Sobre La diosa corrían infinidad de leyendas urbanas, algunas probablemente ciertas acerca de su ninfomanía… aunque quizás mis neuronas traicionan esta mala memoria y las características antes mencionadas pertenecen a otra elementa de la fauna nocturna de Samarcanda, apodada La Máquina (de nombre real Nena). Sirva esta confusión para sintetizar ambas individuas en una sola figura que aglutine dos perfiles sin duda cercanos en la esencia, aunque es probable que ni siquiera compartieran nacionalidad.

Quizá incluso ni pertenezcan a la misma época de la noche maracandesa, pero séame concedida la licencia poética, habida cuenta de la alteración de mis percepciones durante aquellas veladas inolvidables: ya me será disculpado el desliz, pues me encontraba en una situación comprometida, practicando a cada instante lo que los antropólogos denominan “observación participante” con el objetivo de recopilar los datos necesarios que me permitieran llevar a cabo el trabajo de campo que el lector tiene ante sus ojos. Toda una inclasificable tesis sin más objeto que la diversión y el recuerdo sesgado… aunque quizás ¡por qué no! puedan servirle a alguien como herramienta para vaya usted a saber qué artefacto cuyo nombre probablemente aún no se haya inventado. Es lo que tiene rodearse de diosas inaccesibles en entornos no controlados… en cualquier momento puede pasar cualquier cosa, o explosionar lo menos pensado. Disfrutemos pues de las divinidades paganas.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta