Lucas Javier

LEGO

Samarcanda

´75

´82

864

             
               

 

Nos conocíamos desde bien pequeños, compartimos infancia en los Franciscanos de Samarcanda; entre los 10 y los 14 años de edad, puede que incluso antes, pero mi memoria se diluye al retrotraerme hasta tan tierna etapa. Para mí Lucas Javier LEGO era una especie de alter ego, le consideraba algo así como un “yo mismo” mío en otro mundo posible. Físicamente ambos éramos del montón y en cuanto al intelecto y la personalidad, ninguno de los dos destacábamos… almas “de relleno”, de ésos que van creciendo como quien no quiere la cosa. Salvo algún encontronazo propio de las tonterías infantiles, poco más.

Pero al llegar la edad de los 12 ó 13 años, a uno desde casa le empiezan a incitar a socializarse, ir con amigos de la misma edad a investigar cómo es el mundo sin la protección paterna: hice mis experimentos al buen tuntún, palos de ciego con mayor o menor éxito y/o aburrimiento.

Un buen día Lucas Javier LEGO me invitó a ir con él al sitio que solía frecuentar, la parroquia de San Boato. Con permiso paterno fui hacia el lugar: nada del otro mundo, un localito en el que se reunían adolescentes bajo la supervisión/atenta mirada de Felipe San Boato, un cura a todas luces desviado; incluso sus ojos lo estaban, aunque pretendiera disimularlo con unas gafas de sol de ésas marrones, que incluso le daban pinta de pervertido. A Lucas Javier LEGO no parecía importarle eso, como tampoco a toda la pandilla que circulaba por allí.

Excursiones, bailes, fiestas… todo muy light al calor de una hoguera que animaba los incipientes almacenes de hormonas que se daban cita en el lugar. Chavales medio pijos y niñas medio pretendientes de encontrar pareja con futuro… no duré mucho por allí, me resultaba algo aburrido; lo más atractivo eran las chicas, pero yo no parecía entrar en sus planes. Lucas Javier LEGO aparecía extemporáneamente, como yo, con lo que pocas veces coincidíamos. Poco a poco fui dejando de ir… o de golpe, no lo sé, no lo recuerdo. Lo cierto es que a Lucas Javier LEGO no volví a verle jamás, a saber dónde acabó recalando. Muy probablemente en la Facultad de Derecho o algo similar; lo cierto es que así acabó aquella historia insulsa que ni relación podía llamarse. Ni siquiera valía como boceto para un guión de desencuentro en el túnel del tiempo.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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