Lucas

Secretario

Qûqon

´95

´96

862

             
               

 

Si tuviéramos que clasificar a la gente en tres grupos atendiendo a su compromiso con la realidad, podríamos hacerlo grosso modo dividiéndolos en tres grupos: los que se implican en lo que hacen, quienes se desentienden totalmente y aquellos que se encuentran en un punto medio indiferente, al menos aparentemente observadores sin tomar partido por nada.

Lucas Secretario pertenecía a este último, aparentemente aséptico pero que en realidad no se sabe si es una postura que responde a convicción, cobardía, abulia, indefinición sobrevenida o algún motivo similar difícilmente averiguable; de su boca jamás salen palabras que permitan clasificar su actitud o declarar abierta ni cerradamente sus convicciones.

Eso sí, Lucas Secretario era un tipo jovial, con buen humor de lo más legalista. Correcto y eficiente, alegre y presto a echar una mano en todo lo referente a burocracias. Por lo general no resultaba difícil entablar con él una conversación intrascendente, como hablar del tiempo o hacer algún chiste más o menos inteligente sobre la realidad académica del Instituto Fortaleza. Lucas Secretario ejercía su carguito de secretario del centro de forma tan pulcra como solía vestir o llevar puestos sus modales; no en vano era un licenciado en Derecho con lo que esto significa: imprime carácter, pues al igual que el bautismo para los cristianos es algo con lo que no se nace, mas al interiorizarlo modifica la personalidad y la conducta de una manera indiscutible.

Al hilo de mis aventuras en aquel tugurio infame con apariencia de lugar de trabajo y/o enseñanza, Lucas Secretario y yo tuvimos ocasión de intercambiar opiniones: las suyas siempre muy asépticas, casi diplomáticas… no diré que era mala persona, pero a fuerza de permanecer equidistante ante las injusticias acababa pareciendo un colaboracionista.

Lucas Secretario adoptaba la típica actitud del colegueo que después no se traduce en compromiso o apoyo, sino que permanece en una indefinición lejana de cualquier referencia, para que no pueda adscribírsele a parte alguna. Con buenas palabras de ánimo y algún guiño que daba a entender que a él también le habría gustado adoptar una postura similar en lo coherente, pero no se atrevía (a saber si el motivo era el interés personal o la cobardía).

Así discurrió nuestra relación, que para él era desigual desde el momento en que yo era sólo un profesor interino, pelagatos donde los haya, revestido con pátina de genialidad artística… pero Lucas Secretario era todo un funcionario de carrera, docente con plaza fija y en propiedad. Seguro que al año siguiente ya había olvidado incluso mi cara.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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