Mariana

Ref. Pepito

 

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Quizás sólo la viera una vez, pero oí hablar tanto de ella que Mariana Ref. Pepito acabó identificándose en mi mente con el arquetipo de la mujer imposible, ésa que más parece un reto. Puede que se tratara simplemente de la idealización que la propia mente hace de manera casi involuntaria respecto a alguien que poco a poco se va creando a partir de datos sueltos, de interpretaciones ajenas.

Bueno, vamos por partes: Mariana Ref. Pepito era la novia de Pepito, al menos la pretensión de él era que llegara a serlo… no sé si finalmente lo consiguió, ni cuánto duró su noviazgo en caso de que lo consiguiera. Lo cierto por todo lo antedicho es que Pepito recurría al hombro de Nito con frecuencia, cuando quería pedirle consejo o simplemente desahogarse: esa forma de conjurar el peligro tan propia de l@s enamorad@s, que sienten que repetir muchas veces en voz alta el nombre de la persona amada les hace tenerla más cercana.

Y ahí entraba en mi órbita toda esta complejidad de relaciones humanas, pues Nito me comentaba de rebote algunas cosillas de las que tenían lugar entre aquella singular pareja. A partir de este conjunto de elementos incalificables, mi mente calenturienta se hacía una aproximada idea de la relación tortuosa que unía a aquel par de chavales… porque sólo eran eso: un chico y una chica con sus “tira y afloja”.

Como material de culebrón el asunto daba algo de sí, máxime cuando yo a veces coincidía con Nito y Pepito en sesiones terapéuticas de copas y cervezas, con las que amortiguaban aquella tormenta de placeres y dolores que torturaban a Pepito con resultados desiguales… y no sé, quizás también lo hicieran con Mariana Ref. Pepito.

Ella era una chica preciosa que además reunía la seductora característica de sincerarse para negar cualquier posibilidad de éxito tal como estaban las cosas: es decir, no dejaba más opciones a Pepito que pasar por el aro si el pretendiente realmente pretendía algo serio, más allá de los escarceos carnales. En otras palabras, que Pepito se declarase vencido sin condiciones; ello significaba que en el futuro podían cambiar las condiciones y a él no le quedaría más opción que aceptarlas si pretendía continuar en liza.

Rendirse, darse por vencido con la esperanza de que el armisticio le supusiera algún beneficio sentimental… o como mínimo, carnal. El regalo de un revolcón con aquel cuerpo juvenil y apetitoso, las prietas curvas de Mariana Ref. Pepito bien valían una derrota, sin duda. Al menos esa impresión me produjo a mí la sola visión de Mariana Ref. Pepito una tarde soleada, cerca de la puerta de un cine al que no sé siquiera si llegaron a ir tan juntos como estaban discutiendo. Vespertinamente, a la vista y sin tapujos: ni para mí, que casualmente estaba por allí… ni para el público en general, que casualmente pasaba por la calle en ese momento. La escena me dejó impresionado, sin duda: pero no lo suficiente; al menos no provocó en mí el aprendizaje que hubiera sido deseable, aunque la lección tuviera lugar sobre carnes ajenas.

Unos años más tarde, en aquel mismo enclave de paisaje urbano, tuvo lugar la escena de despedida definitiva entre Dolores BABÁ y yo mismo… ¡qué caprichosas son las circunstancias (al menos ellas, si no la vida entera)! Sin tener nada que ver ambos hechos, han quedado archivados en el mismo cajón de mi memoria.

En el fondo Mariana Ref. Pepito representaba nada más y nada menos que esa figura atractiva que se nos presenta imposible y nos reta –sólo desde nuestra traicionera imaginación– a hacer saltar por los aires su cuerpo como utopía, para ponerlo en práctica sólo por la curiosidad de ver qué ocurre. Aunque sepamos que se nos negará más cuanto más lo intentemos… como tantas veces, tantas personas, tantas cosas.

 

 

 

 

Sonido

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