Mercedes

Lengua

Angren

´94

´95

 891

             

 

Sus ojillos pequeños, como al fondo de las órbitas, daban la impresión de que su cabeza era un túnel; pero era más que nada una impresión óptica, porque enseguida Mercedes Lengua charlaba con naturalidad y resultaba cercana, una de esas personas que inspiran confianza debido a su tono de voz y el carácter comprensivo, casi empático, que las caracteriza.

Mercedes Lengua era profesora de lengua en el Instituto Juan Montalvo y se me presentó enseguida: en cuanto yo llegué para formar parte de la plantilla docente el curso ’94-’95. Como aquello era un pueblo pequeño, las casualidades y coincidencias resultaban algo lógico y corriente; por lo tanto no era de extrañar que coincidiera con Mercedes Lengua al adquirir una de las primeras cosas que necesité al poco de instalarme en Angren: unas mantas, habida cuenta del frío genérico reinante en aquel valle.

Pues bien, cuál no sería mi sorpresa al encontrar en la tienda donde fui a comprarlas a la propia Mercedes Lengua vendiendo el género… enseguida me percaté de que aquello era lo más habitual por allí. Todos los habitantes venían a ser familia más o menos lejana entre ell@s; había un cruce de relaciones interpersonales que se aproximaba a la endogamia, pero de carácter más que cromosómica. En otras palabras, los perfiles humanos constituían un crisol, un entramado de lo más curioso.

Por ejemplo, Mercedes Lengua combinaba su ámbito de docencia en el Instituto Juan Montalvo, que era la Lengua, con aquella otra faceta de venta de ropa… pero además practicaba ese deporte tan común a gran parte de los mortales que es jugar a la antropología, por así decirlo: investigando reacciones de las personas entre las personas ante sus experimentos sociales.

Por otro ejemplo, en cuanto hubo un poco de confianza en el devenir laboral de la docencia cotidiana, Mercedes Lengua nos hizo saber a Jacobo RARO y a mí que no nos extrañáramos si se refería a nosotros o a cualquier otro macho con el término de “pitines”.

Dicho así, con aquella apariencia asexuada, sonrisa permanente con incisivos muy separados y un aspecto lésbico por la ropa impersonal y el pelo corto… pues a mí me pilló ciertamente a contrapié. Las más que evidentes y explícitas connotaciones sexuales del asunto quedaban en un segundo plano tras el diminutivo que convertía al término en inocente e inofensivo; por supuesto, correspondí a su sonrisa con la mía y condescendí a que lo hiciera sin cortapisas…

Jacobo RARO otro tanto, claro: no era cosa de enemistarse con los habitantes por semejante menudencia, ni mucho menos buscar problemas. Mercedes Lengua argüía que era una palabra propia de la zona, algo que resultaba indiscutible siendo ella la profesora de Lengua. Pero durante mi larga estancia en Angren, jamás oí que nadie la pronunciara, salvo Mercedes Lengua. Eso me hace concluir que para ella era una forma de tantear a los nuevos, hacerles aquella especie de test inicial.

Por lo demás Mercedes Lengua era una persona normal, integrada en su entorno como un elemento más de la fauna típica. Agradable en el trato… quizá por eso aún conservo aquellas mantas en el trastero, aunque ahora ya sólo las utilizo para desplazar muebles evitando así que sufra el suelo con su peso. Toda una metáfora de aquel pasado y mi relación con él.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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