Tete
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Ref. Joaquín Pilla Yeska |
Samarcanda |
´84 |
´95 |
809 |
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Sus ojos azules y su sonrisa bonachona eran el complemento ideal para el cabello canoso, atestado de entradas. Como un añadido físico, Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska poseía un cuerpo regordete y más tirando a bajito, lo que daba al conjunto de su presencia una presentación en el mundo físico que movía a la ternura.
Claro, que esto era de manera intuitiva y nunca pensando en profundidad… al menos desde mi perspectiva, Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska era el padre de Joaquín Pilla Yeska: el puntal necesario en el que se apoyaba éste y de rebote salía beneficiado yo en aquella especie de batalla intergeneracional. El trabajo, la misión de Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska en la vida familiar no era fácil; ayudar a Joaquín Pilla Yeska a no caer en el abismo resultaba para Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska en ocasiones poco menos que imposible, teniendo en cuenta los ambientes, compañías, tendencias y costumbres de Joaquín Pilla Yeska.
Entre las compañías me contaba yo, lo que significaba que compartíamos juergas y tangos… alguna cosilla más, como negocietes que me llevaron a permanecer algunas madrugadas en la oficina que tenía Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska, atestada de papeles y con un ordenador. Allí Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska custodiaba toda la documentación con la que solía trabajar, que era mucha; porque Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska ejercía como secretario de algún ayuntamiento o pedanía de pueblos pequeños.
En aquella época, sin Internet, todo eran documentos en papel: una locura, sin duda, almacenar, organizar y trabajar con todo aquello… casi mastodóntico. Pero Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska se tomaba la tarea con calma, sin prisa y con buen humor; formaba parte de ese colectivo silencioso que hace funcionar las cosas, que permite a la sociedad seguir adelante, sin preocuparse mayormente de si a esa sociedad merecía la pena darle continuidad.
Al menos esa impresión me daba a mí, desde mi absoluto desconocimiento y mi despreocupación de la realidad; ésta, algunas veces, afloraba entre la bibliografía que se encontraba desperdigada por allí: entre ella se encontraba, me encontré… alguna de las obras denominadas filosóficas que se habían dedicado a justificar de manera teórica todos los años de dictadura en la historia reciente de Uzbekistán. También algún que otro anuario de los logros llevados a cabo durante esa etapa oscura: para mayor gloria de sus caudillos.
Un día, como por irónica casualidad del destino, me encontré con un álbum dedicado a Kagan… concretamente la urbanización de Los Campos, donde yo había tenido a bien (o a mal) nacer. Así, casi sin quererlo ni pretender evitarlo, supe que Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska era un tipo conservador hasta la médula, pero del colectivo colaboracionista: no militante o histriónico, sino más bien de la intrahistoria imprescindible, ésa que apuntala las grandes épocas pasando siempre desapercibida.
Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska era masa, esencialmente: jamás hablé con él de ningún tema, mucho menos de política. Pero su manera de ser resultaba colaboracionista por oposición, el granito de arena imprescindible… pero no para ayudar a conformar la gran playa de la libertad humana, sino el pequeño e imprescindible átomo con el cual elaborar una argamasa que alzara el muro de una prisión inmaterial, con la que poder encarcelar a toda la disidencia. O ponérselo detrás en el momento de ajusticiarla.
Tete Ref. Joaquín Pilla Yeska era una pena bonachona.