Pedro

Griego

 

Angren

´94

´95

  924

             

 

En Pedro Griego resultaba tan sorprendente su risa diáfana como su agilidad jugando al ping-pong. Ambas provenían de su trasfondo y dejaban de lado la presentación de su persona en el mundo material, es decir, su cuerpo. A primera vista Pedro Griego parecía un tipo gordo congestionado y con unos rasgos físicos hasta cierto punto desagradables por sus maneras; también la separación de los incisivos superiores venía a poner un punto repulsivo en su apariencia, sin duda. Pero todo eso desaparecía como por arte de magia en cuanto dedicabas un rato a charlar con él: era de esos fumadores de tabaco negro y bebedores de tinto, cercano porque te parecía estar departiendo con una faceta de tu propia personalidad que se hubiera puesto a existir con independencia de tu voluntad.

En otras palabras, Pedro Griego respondía al perfil de tipo afable que todos llevamos dentro, aunque la sociedad muchas veces no nos deje sacarlo a relucir por miedo a las consecuencias para nuestra persona… y de rebote para la sociedad misma, que acabaría así puesta en tela de juicio.

Además Pedro Griego hacía alarde de este mismo carácter durante sus horas de trabajo, mientras permanecíamos en el instituto. Las Juntas de evaluación (con toda la carga de aburrimiento que conllevan para l@s participantes) eran atacadas por él con cargas de profundidad que daban al traste con el aburrimiento submarino. Pedro Griego siempre encontraba algún resquicio por el que hacer colar el buen humor y las energías distendidas en medio de aquel muermo. Todo ello resultaba de agradecer en aquel ambiente adocenado y estirado: así se lo comunicaba yo de mil maneras cómplices… siguiéndole las bromas, o riéndole unas gracias a veces ocurrentes, pero otras traídas por los pelos.

En cualquier caso, Pedro Griego participaba de una camaradería que iba mucho más allá del corporativismo o el frente común de quienes nos encontrábamos en aquel exilio llamado Angren. Recordarlo es traer a la memoria su amplia sonrisa y una alegría de vivir que sin duda tenía mucho que ver con los griegos de quienes era embajador en términos lingüísticos y etimológicos, pero también culturales. Pedro Griego traslucía un talante que afloraba por encima de la amargura reinante en el fin de siglo que compartíamos, cuando la casualidad quiso que yo tuviera oportunidad de conocerle.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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