Emiliano

 

Enrollao

 

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Quizás en otro entorno cualquiera Emiliano Enrollao habría sido marginado sin piedad. Puede que lo hubiera sido efectivamente hasta entonces. Pero en la Facultad de Filosofía no se le tenían en cuenta ni a él ni a nadie detalles que en un contexto diferente habrían sido criminalizados. Su físico repelente (delgado, ojisaltón, gafoso, desgarbado) y la presentación del mismo en el mundo (amanerado, estridente, vociferante, estentóreo) llevaban en su seno la garantía del rechazo social.

Quizá por todo eso, como forma de autodefensa, Emiliano Enrollao había desarrollado la capacidad de mostrarse receptivo, cercano. Lo que se dice enrollao. Pensaba que con eso su puesta en escena le convertía en una personalidad fascinante, cuando la realidad era muy otra. Para muchos[1] relacionarse con Emiliano Enrollao sin prejuicios no era algo que se hiciera ‘gracias a’ sino ‘a pesar de’ su máscara patética.

En fin, le aceptábamos como era. Aunque ello significara que, por ejemplo, yo perdiera para siempre mis apuntes de Antropología de 5º. Un préstamo nunca devuelto, a pesar de las reiteradas promesas, la última de ellas una noche en el Idiota.

Puede que todo se reduzca a que Emiliano Enrollao deseaba ser diferente y lo intentaba, aunque no lo consiguiera. ¿Se le puede reprochar algo? A pesar de todo, su constelación de candidez iluminaba un poco aquellas tinieblas…



[1] Y yo me contaba entre ellos.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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