Fermín

ALUBIA

 

Samarcanda

´85

´93

333

             

 

Fermín ALUBIA era una de esas personas que a fuerza de intentar ser amables, acababan convirtiéndose en poco menos que insoportables. Resultaba agradable conversar con él, conocerle resultaba interesante. Aunque sus ideas acerca de la filosofía eran cuando menos chirriantes, esto jamás me ha parecido motivo suficiente para rechazar a una persona.

Nuestras charlas, trufadas de chascarrillos al estilo de pulso psicológico, resultaban frecuentes. A pesar de que Fermín ALUBIA era de ese tipo de alumnos que se colocan en primera fila para quedar bien con los docentes. Yo era el último asiento de la derecha en el bloque derecho de alumnos. Fermín ALUBIA el primero de la izquierda, pero en el mismo bloque de asientos. Un poco antitético, pero sin oposición frontal: así era su talante.

Su risa, como él, era de un pueblo pequeño, cercano a Samarcanda. Dicho así puede parecer peregrino, pero las implicaciones profundas habían sido elegidas por Fermín ALUBIA: era partidario de una paletez militante

Poco a poco, a partir de Segundo Fermín ALUBIA fue abrazando cada vez con más fuerza el credo de GUSARAPO[1]. Puesto que una de las bases de dicho credo era el condicionamiento “ctónico” del individuo por sus raíces de terruño… aquello daba al traste con la libertad, como no podía ser de otra manera.

A partir de ese momento Fermín ALUBIA y yo nos fuimos alejando paulatinamente de la posible comprensión mutua. Abandonamos complicidades y crecimos en unas diferencias que, sin llegar a la hostilidad, acabaron distanciándonos.

En general, como discípulo que se declaraba, como todos los discípulos… me resultaba infinitamente lejano, independientemente de quién fuera su maestro. Si a esto sumamos que se dejaba llevar por GUSARAPO, el resultado no podía ser otro que nuestra incomunicación.

Téngase en cuenta que el proselitismo de GUSARAPO pasaba por la ridiculización del diferente. De ahí que al poco tiempo resultara algo cotidiano soportar observaciones referentes a los atuendos negros que solíamos lucir algunos como forma de protesta contra los colores vacuos. GUSARAPO (y de rebote Fermín ALUBIA, haciéndole los coros) nos calificaba como féretros con patas y sandeces por el estilo.

Así pudimos asistir paulatinamente a la decrepitud de un joven cerebro que llegó a convertirse en puré de guisantes al servicio de las huestes proselitistas de GUSARAPO. Con los consiguientes daños colaterales.

Principalmente la pérdida de esperanza para su pobre pareja, Sofía ACIAGA. Ésta le disculpaba ¡como si Fermín ALUBIA tuviera alguna justificación! Pero también el hundimiento de Jesús Miguel CERO, su inseparable compañero de pupitre… en esas mismas neuronas movedizas.

Fermín ALUBIAy Román PLOMO: dos ejemplos del ejército de fascinados por el fascio… el que iba sembrando GUSARAPO a su paso. Pusilánimes ansiosos de la facilidad de un caudillo.



[1] Como queda explicado en estas Malas memorias, no era otro que un rancio cristianismo intelectualizado y pasado por el tamiz de la estética, para camuflarlo de amable.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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