Pascual 

+  Marta

 ´95

  ´98

577

 

 

Pascual era un chaval flaco, simpático, inquieto, ingenioso… Pertenecía a una promoción de filosofía bastante posterior a la mía. De hecho allá por el ’98 aún estaba haciendo la carrera. Su proverbial buen humor hacía de su carácter un elemento vitalista siempre agradable. Las conversaciones giraban casi siempre alrededor de Grandes Problemas Filosóficos (así, con mayúsculas) pero tratados de forma crítica, divertida e iconoclasta.

La personalidad de Pascual se prestaba a ello. Tendía a buscar elementos cómicos en la tragedia que constituye la filosofía por sí misma. En este sentido lúdico y humorístico, era iconoclasta. Siguiendo aquellas directrices de COPAGO: lo importante es hablar de las cosas serias… aunque sea en broma. Lo académico era un peso muerto en la vida social que se desarrollaba en la Facultad. De ahí que nuestra conexión espiritual fuera sobre ruedas. Pascual y yo compartíamos cierta afición a ese tipo de temas y perspectivas. Por lo tanto teníamos un paradigma en común: tan irreverente como cargado de buen humor; negro.

Supongo que un poco por ese motivo le interesaba mi tesina sobre el tango. De ahí que le diera permiso por escrito para estudiarla y desmenuzarla[1]. Semejante dedicación la compartía con Marta, su pareja de entonces… Bueno, tal como se presentaban en la vida, parecía que eran pareja desde siempre, más allá del tiempo. Algo así como una pareja de espíritus eternamente juntos que habían encontrado dos cuerpos en los que encarnarse para tener contacto material. Un contacto que era casi constante. Ese tipo de relación que la gente suele llamar pegajosa. Marta aprovechaba cualquier situación para darle un beso a Pascual… o meterle mano entre risas, entre achuchones. Contacto físico, en una palabra.

Pascual y Marta formaban una de esas parejas que todos alguna vez hemos conocido. Exteriorizaban constantemente sus sentimientos. Aparentemente esa actitud respondía a un impulso irrefrenable que dominaba su voluntad. Pero en un plano metafísico quedaba la duda: ¿acaso lo hacían porque dudaban de la solidez de su unión? ¿acaso era una forma de apuntalar hacia el exterior aquello que flojeaba en el interior? También podía ser que la espontaneidad respondiera simplemente a una ramificación del corazón que se apropiaba del mundo exterior…

En fin, todas esas especulaciones perdieron sentido el día que Pascual y Marta, en contra de todas las previsiones, dejaron de ser pareja. Puede que influyera el hecho de que al terminar la carrera, lo más lógico era que sus respectivas vidas siguieran caminos independientes. Pero la cara de tontos que se nos quedó a todos el día que nos enteramos fue digna de ser recordada en estas páginas… más allá de la profesión de Pascual como peluquero.




[1] Eso sí, con buena fe.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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