CORO

 

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Puede que le viese alguna vez, pero no le recuerdo físicamente. En todo caso su físico resulta irrelevante para la cuestión, no es ése el motivo por el que aparece aquí.

CORO era un cliente habitual del Pescara, aquel bareto cutre y desencantado que regentaban Araceli BÍGARO y Cecilio Pescara. Mi examen de ingreso en la Facultad de Bellas Artes, el año ’92, coincidió con esa etapa. Cuando me entretenía con pasatiempos de tipo plástico/artístico.

Un día surgió en la conversación casi por casualidad y Araceli BÍGARO se ofreció para mediar. Que yo consiguiera pasar la prueba: una plaza en la Facultad. Huelga decir que en caso contrario nadie, ni yo mismo, habría dado un duro por mis posibilidades. Así que finalmente se hilvanó el asunto hasta quedar atado y bien atado.

El resultado fue que mi penoso examen, sorprendiendo a propios y extraños[1]… dio como resultado mi ingreso en la Facultad. Nunca llegué a saber con seguridad qué hubo de cierto en la hipotética entrevista de Araceli BÍGARO y CORO, si realmente tuvo lugar o no. También pudo ser el contacto de Pedro MP, quien por otro lado se prestó para el asunto: habían sido compañeros de instituto.

Lo cierto es que aquella llave me abrió la puerta de ese mundo tan seductor. Aunque CORO no llegara a abandonar jamás su condición de espectro: una oscura fuerza tras neblinas alcohólicas, cuya telúrica fortaleza propició mi entrada en ese universo.



[1] Que no habían conocido el tejemaneje, pues éste requería un mínimo de discreción.

 

 

Sonido

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