Anselmo ROMERO       ´92  720
             

 

Viendo cómo evolucionaba en sus dominios Anselmo ROMERO, daba la impresión de que la informática era algo sencillo y accesible para cualquiera, porque su carácter ufano y afable estaba enmarcado siempre por un gesto comprensivo pero no paternalista. A esto contribuían mucho los ojos claros de Anselmo ROMERO, cercanos al color del cielo, pero también una barba grande y comprensiva: casi arropando la conversación, da igual el tema de que fuera objeto ésta.

Además, lejos de dirigirse a los profanos en su materia, la informática, con aire de suficiencia o superioridad, Anselmo ROMERO actuaba como pueda o debería hacerlo un guía orientando a quienes se adentran en un país extraño. Para Anselmo ROMERO sus conocimientos eran simplemente algo que él tenía y los demás no, pero ello era simplemente motivo para aleccionar… y lo hacía con gusto.

No en vano era profesor, aunque muchas veces esto, que en Anselmo ROMERO era normal… en el estamento docente brilla por su ausencia. Pero Anselmo ROMERO no ejercía como tal: al igual que el resto de quienes componían la plantilla del C.D.M. de Kagan, se dedicaba a centralizar la ayuda al profesorado y en ello empleaba su tiempo de trabajo, su jornada laboral. Que no era poco. Anselmo ROMERO tenía entre manos la ingente tarea de hacer que allí funcionara todo cuanto tuviera que ver con la informática, que en aquel ’92 ya era mucho. La infraestructura de muchas otras tareas que se ventilaban en el C.D.M. dependían de Anselmo ROMERO y su competencia en el asunto: no defraudaba, lo llevaba todo al día, casi perfecto… porque era humano y por tanto siempre había algo que se le escapaba.

Como si todo lo antedicho fuera poco, además se encontraba con entretenimientos añadidos, como mis consultas sobre bases de datos u otras minucias informáticas de lo que yo tenía entre manos: aparte de lo propiamente laboral, esto incluía mis fantasmas tangueros (la Tesina, que estaba ultimando) y literarios (infinidad de ramificaciones de ese cuento de nunca acabar que son mis obras completas). Pues bien: Anselmo ROMERO siempre me echó una mano; hacía que todo aquello apareciera como accesible y sencillo.

Bien es cierto que yo no era el más lerdo de tod@s con quienes Anselmo ROMERO tenía que lidiar, pero además de sus dotes pedagógicas había algo en su personalidad que le convertía en alguien como tú… al menos a mí me ocurría así; charlar con él de cualquier cosa era como mirarme en un espejo y descubrir una imagen de mi alter ego.

Aquella comprensión iba más allá de su paciencia y estoicismo por tener que tratar con inferiores: era empatía en estado puro, como algo natural que le surgía espontáneamente desde el interior, previo a los conceptos pedagógicos y las zarandajas inventadas por los psicólogos.

¡Cuántas horas empleadas codo con codo con Anselmo ROMERO: entre bases de datos, diskettes de 3 y ½” y algún que otro 386 con los que se veía obligado a trabajar a falta de mejores materiales! Sin embargo, nada de esto se hacía cuesta arriba, porque todo estaba impregnado por un buen humor y una alegría en nada planificadas, sino surgidas de la improvisación mientras íbamos viviendo.

Todo esto podría quedar cabalmente simbolizado con la imagen de aquel grupo que éramos tod@s l@s componentes de la plantilla del C.D.M. comiendo un día en la Fuente del perro. Las risas de Anselmo ROMERO, tan francas como cómplices e inocentes, ni siquiera necesitaban ordenadores: era un hombre que no estaba pixelado.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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