Juan Manuel

VIVO

Samarcanda

´89

´94

995

             
               

A pesar de ser estudiante de filosofía, Juan Manuel VIVO transmitía la imagen frugal y despreocupada de un “Don’t worry, be happy” que se decía en la época; nada que ver con el estereotipo de filósofo en potencia, de gesto grave y adusto por definición, que muchos de su condición se empeñaban en cultivar. Juan Manuel VIVO era una risa superficial navegando sin rumbo fijo en el proceloso mar de la intelectualidad más granada o al menos que se pretendía como tal.

Quizás esa especie de inocencia que transmite quien se encuentra descubriendo el mundo era lo que le hacía entrañable, porque fuera de ahí sus aportaciones al mundo de las ideas o los debates interesantes de la intelectualidad resultaban escasas, por no decir nulas. Juan Manuel VIVO era consciente de todo ello, esto hay que reconocérselo: pero ante tales evidencias tenía una respuesta existencial que rayaba en lo naïf.

La magnífica obra que se había autoeditado, con la que peregrinaba bajo el brazo a diestro y siniestro buscando comprador llevaba por título Ganas de un escritor. Su contenido era precisamente ése: reflexiones de su autoría sobre su condición de aspirante a escritor. Variaciones del vacío, en una palabra; acercamientos pretendidamente sesudos o sugerentes sobre un tema tan manido como pueda serlo cualquier mirada de ombligo.

Juan Manuel VIVO recorría con su bicicleta las calles de Samarcanda incansablemente, como uno de esos vendedores de aspiradoras o enciclopedias de la época, que iban incombustibles de puerta en puerta sin que nadie fuera capaz de desgastarles las narices, por muchos portazos que se llevaran.

Algunas veces Juan Manuel VIVO y yo coincidíamos en la Facultad de Filosofía o por alguna de las librerías en las que yo también depositaba los productos de mis autoediciones; en otras palabras, éramos la respectiva competencia del otro, aunque esto sólo resultara tan aparente e irreal como pretender que los budistas y los adventistas son competencia por constituir dos formas de religión. Lo cierto es que nos dirigíamos a públicos tan diferentes que en realidad nada tenían que ver.

Lo curioso del caso es que al principio él era uno de los objetivos de mis obras: personas implicadas en el mundo de la filosofía, pero con una visión heterodoxa de la misma. Sin embargo se escapaba, Juan Manuel VIVO era como la excepción a la regla en la que yo confiaba, lo que para mí suponía una lección de humildad y un replanteamiento del conjunto. Charlábamos y a veces hasta tomábamos alguna cerveza sin acritud; podíamos coincidir como auditorio de algún cuenta-cuentos, escuchando conciertos o recitales de infumables poesías… incluso haciendo prácticas del C.A.P. (impartiendo clases de filosofía a los adolescentes), esto era lo de menos.

Juan Manuel VIVO y yo teníamos firmado implícitamente un pacto de no agresión que consistía en aprender del otro sin denostarle, aunque imagino que a Juan Manuel VIVO motivos tampoco le faltaban. Según dicen las redes sociales y la infinita red que nos rodea, ahora se dedica a ayudar a la gente… viene siendo experto en sentimientos y sigue publicando sin sonrojo: pero no osaré pisar ese terreno, se lo dejo todo para él…

 


 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta