Ambrosio
MIMO     ´92   734
             

 

No sé por qué la cara de Ambrosio MIMO me recordaba a la de Lucas Tío, pues esto no era algo que me predispusiera hacia él, ni favorablemente ni lo contrario. Inconscientemente Ambrosio MIMO me transmitía, creo que de forma involuntaria, la sensación de ser un tipo sin mayor trasfondo: algo así como un pueblerino cuyo mayor mérito consistía en sobrevivir. La opinión que tenía de él su primo Joaquín MACHO con conocimiento de causa, venía a corroborar la opinión intuitiva, pues éste declaraba que Ambrosio MIMO era así, tal cual parecía, tonto del culo.

El caso es que Ambrosio MIMO trabajaba conmigo, compartíamos espacio en el C.D.M. de Kagan, pero era una de esas personas que te encuentras por los pasillos del edificio en el que curras como pudieras hacerlo con el operario del ascensor en el portal de tu casa. Respiraba y emanaba una variante algo extraña de elitismo, aquel individuo era uno de esos especímenes que van un palmo por encima del suelo, destilando una soberbia que sólo con dificultad era capaz de contener su educación. Gente que hace del trato cotidiano una especie de sacrificio… que a buen seguro cuando va al baño, se la agarra con papel de fumar. Y es que Ambrosio MIMO era químico o algo parecido; seguramente para él esto ya constituía un motivo de distinción entre la masa informe y amorfa del populacho que éramos todos los demás. Parecía como si Ambrosio MIMO no quisiera contaminarse de nuestra atmósfera, quizá demasiado humana para su gusto.

Ambrosio MIMO estaba en el trabajo con esa sensación de provisionalidad que transmite quien parece estar a disgusto en un lugar, presto a esfumarse en cualquier momento. Se le invitaba a los rituales de dinámica de grupo, pero siempre declinaba fríamente la invitación; no se sabía el porqué, era bastante hermético el chico, parapetado tras sus gafas y su bigote.

Digamos por tanto que entraba y salía del trabajo a su hora, cumplía con su cometido y punto. Nada más. Otra cosa es que además a mí me llegara información añadida sobre él por parte de Joaquín MACHO, por aquel entonces compañero mío de piso en la plaza Lucas Coscorrón, a 100 metros de aquel lugar de trabajo. Casualmente ambos eran primos, lo que significaba que Joaquín MACHO conocía a Ambrosio MIMO bastante más de lo que pudieran llegar a hacerlo todos los que constituían la plantilla del C.D.M. de Kagan.

Aparte de que resultaba una opinión mucho más autorizada, por tratarse de la personalidad de Joaquín MACHO: alguien cuyos parámetros para enjuiciar cualquier persona o cosa a mí me parecían muy superiores y justos, más verosímiles que los de la media; y es que la estela que Ambrosio MIMO iba dejando a su paso… me sugería un paralelismo a como lo hacen los caracoles o las babosas.

Por lo general Ambrosio MIMO rezumaba unos aires de superioridad cuyo desconocido origen los dejaba en bastante mal lugar, sobre todo por tratarse de una opinión no contrastada por falta de comunicación: la suya propia y el suyo propio. Ambrosio MIMO era una variante de lo que tradicionalmente se denomina entre el populacho “Juan Palomo”: él se lo guisaba y se lo comía todo. Sólo quienes éramos, por azares del destino laboral, sus compañeros de fatigas… nos sentíamos despreciados por su silencio, apartados del tablero de la vida como pueda hacerse con una despectiva palmada.

Todo esto sin haberle pedido nada, claro: simplemente la actitud del conjunto de los trabajadores del C.D.M. era la típica. Establecer un territorio común en el que la diplomacia y la condición humana estuvieran propiciando una convivencia que nos había tocado en suerte. Pues Ambrosio MIMO se negaba, no quería compartir aquello tan inevitable que era el lugar de trabajo, se hacía su burbuja aséptica y reinaba la incomunicación con el resto: el resto éramos tod@s l@s demás, tan variad@s como diferentes. Algun@s insoportables, claro… Ambrosio MIMO se negaba a mezclarse con el populacho de aquel microcosmos. Todos podríamos haber hecho lo mismo y apostar por la incomunicación como sistema o forma de supervivencia, pero no era así: Ambrosio MIMO se había quedado solo entre el buen rollo que le rodeaba. Por fortuna se trataba de un elemento atípico en la plantilla del C.D.M., por lo general amable y –humanamente hablando– muy llevadera.

 

 

Sonido

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