Vuelax
  Jizzakh ´87 ´97   975
             

 

No tengo ni idea de psicosomatismo, pero mi intuición me lleva a concluir que la calvicie de Vuelax estaba directamente relacionada con su manera de ser. Más que incipiente era galopante: la calvicie, claro… si se hubiera tratado de una personalidad tan abrumadora, seguramente Vuelax habría sido melenudo. Pero imagino que las circunstancias de su vida habían ido dirigiéndole, no sé si intencionadamente, al callejón sin salida en el que se encontraba en los ’90.

No sólo era de Jizzakh: nacido y educado entre muros seculares e infranqueables, como puedan serlo las costumbres conservadoras para quien posee un carácter en el que la fortaleza brilla por su ausencia. Además Vuelax trabajaba en un banco, algo que por definición aboca al individuo en semejante circunstancia laboral a asumir sin discusión la preponderancia del dinero sobre cualquier otro valor, porque incluso los más sublimes e inmateriales pueden ser reducidos a su poder; puede argüirse en contra el discurso que se quiera, pero tras ocho horas diarias contemplando esa verdad fustigada sobre gentes que desfilan por la ventanilla, se acaba convirtiendo en una verdad incontrovertible.

Otro factor importante: Vuelax estudiaba Derecho, lo que venía a apuntalar todo el sistema vital en el cual se veía inmerso. Y por si todo esto fuera poco, era novio de Maika GRECA, una de mis compañeras de clase cuando yo estudiaba Filosofía; de mi promoción. Alguien de quien bien podría decirse que era uno de los mejores cerebros que he conocido, al menos desde el punto de vista académico.

Todo lo antedicho venía a ser una conjunción astral para eclipsar a Vuelax como planeta ya de por sí en penumbra. Para acabar con el asunto, como guinda de aquel pastel resulta que Maika GRECA era oriunda de Kagan (es decir, de mi pueblo), lo que dejaba a Vuelax a merced del Triángulo maldito. De ahí que mis charlas ocasionales con Vuelax versaran sobre nuestras respectivas maneras de ser, la vida radicalmente diferente que llevábamos y las perspectivas opuestas que encarnaba cada uno. Por fortuna para él, Vuelax poseía un gran sentido del humor y con frecuencia reía: al menos en mi presencia así lo era. Lo hacía para distanciarse de aquel mundo que se le negaba sistemáticamente, como si Vuelax hubiera sido culpable de algún delito de Lesa Humanidad.

Pero la risa de Vuelax, lejos de ser carcajada sonora e irreverente, liberadora… desafiante y llena de personalidad, resultaba una risita apocada, casi como pidiendo perdón por ver la luz: una sonrisa de rata, podría decirse… porque además solía venir acompañada involuntariamente por un frotar de manos tímido, al mismo tiempo de un agachar la cabeza con gesto sumiso y humillante mientras enseñaba ligeramente sus descolocados dientes, afilando un poco el morro en la maniobra.

A mí Vuelax me caía bien, le consideraba digno de mejor suerte que aquel papelón que le había tocado en la vida, que incluía llevar un par de cuernos mexicanos y finalmente acabaría dando con sus huesos en un domicilio conyugal perpetrado por la propia Maika GRECA. Es lo que tiene ser víctima de una maldición y no poder sustraerse a su influjo por carecer de las herramientas propias del escalador: cuando no te las facilita la Naturaleza, es necesario buscarlas entre la jungla de la sabiduría humana. Aprender a soportarse o sucumbir a lo que hay, sin más alternativas.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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