Isa Rosi

 

Kagan

´69

´70

814

             

Isa Rosi era una chiquilla con tirabuzones que vivía al final de mi brazo, al que yo me asía para sobrevivir igual que pueda hacerlo un náufrago, aunque en mi caso fuera por aprendizaje y no por desesperación. La casualidad había querido que Isa Rosi fuera mi vecina en Kagan, durante aquella época inicial de mi existencia, mientras me encontraba despertando a la vida… saliendo de la somnolencia de la Nada (o casi).

Rondaría yo los 5 años y ella, Isa Rosi, debía de tener más o menos 12, así que hacíamos una pareja bien desigual. Pero como habían querido las circunstancias que yo fuera alumno de su mismo colegio (a pesar de ser femenino), me acompañaba diariamente a la ida y a la vuelta. Nunca he sabido si precisamente por eso fui y me dejaron ir a las Franciscanas, para que Isa Rosi pudiera hacer de canguro. ¡Y qué más da!

Lo cierto es que así fue durante un año, lo justo para que en mi memora anide Isa Rosi con los reflejos dorados de un crepúsculo paseando entre las calles de un pueblo para mí recién descubierto.

Ahora resultaría inimaginable todo aquello: un menor en manos de una menor que ni siquiera era familiar suya… pero entonces era algo de lo más normal, las responsabilidades estaban tan diluidas y los reproches y reclamaciones eran tan extraños en número que bien podría decirse que no existían.

Isa Rosi era simpática, me daba conversación: porque recuerdo el trayecto como algo positivo y alegre, aunque me resulte igual de imposible recordar los contenidos de la misma como esbozar siquiera el rostro de Isa Rosi. Supongo que entonces yo, como todo niño a esa edad, sólo captaba energías; después viene lo que llaman la vida, a traducir intuiciones a lenguaje universal y por tanto: asesinar el arte, la magia y la creatividad. Eso que llaman crecer y aprender, algo que Isa Rosi ya había empezado a practicar cuando yo aún no era más que un cachorro al final de su mano. Un poco pintoresco, un poco arrastrado por una situación que ninguno de los dos había pedido.

Para mí Isa Rosi fue la primera mujer de mi vida, porque se trataba de alguien femenino que no pertenecía a la familia y además similar a mí en edad. Una buena forma de aprendizaje sobre lo que era una mujer para alguien que, como yo, aún no sabía distinguirla conceptualmente de un hombre… pero captaba algo inexplicable que me alejaba de todos los seres humanos conocidos hasta ese momento.

Algo así como el destello ciego de un relámpago al que más tarde, muchos años más tarde, le adjudicaría yo el nombre de “deseo”… ese trueno diferido cuyo desfase temporal hace temblar todo el Universo. Es probable que Isa Rosi fuera mi primer aprendizaje, acercamiento al mundo femenino tal como lo conocí después: sobre todo por tener ese matiz de inaprehensibilidad por definición, lo eterno e inaprehensible de esa utopía que suele llamarse mujer.


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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