Magda

HINCA

 Qûqon

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Como currículum absoluto, Magda HINCA ostentaba su posición en la vida, en la sociedad (que para ella eran sinónimos): ser la novia de Pablo ACABA, el insigne presidente de la HINCA en Samarcanda… o secretario provincial ¡qué sé yo! Para este momento de la narración, todo eso resulta secundario, irrelevante… ya lo puede encontrar quien pierda el tiempo leyendo el presente capítulo: sólo tiene que dejarse llevar por los enlaces cruzados que irá encontrando por aquí, jalonan el camino para hacerlo más entretenido.

Para lo que ahora nos importa, Magda HINCA era una chica con vocación de florero que había encontrado en su entonces novio, Pablo ACABA, la repisa adecuada en la que reposar para cumplir así sus máximas aspiraciones: por lo que se traslucía de su actitud y se deducía de sus declaraciones, no eran otras que encontrarse adecuadamente posicionada en la sociedad, con un buen nivel de vida y unos ingresos seguros y regulares que le permitieran perpetuar las citadas aspiraciones.

Así, puede concluirse fácilmente que las preocupaciones que llenaban la cotidianidad de Magda HINCA iban encauzadas en este sentido, incluyendo lo antedicho optimizar los recursos que la naturaleza le había facilitado… por ejemplo, el cautivador verdeazulado color de sus ojos y una sonrisa frugal y fácil, sin mayores consecuencias. A Pablo ACABA aquellos dos elementos le cautivaban, porque Magda HINCA los combinaba sabiamente con el cuidado físico; su vestimenta, maquillaje y apariencia general hacían el resto… dominaba el negro en sus atuendos, eso sí, para disimular un poco las lorzas.

El resultado era que ambos formaban una pareja clásica de pijos complacidos en serlo, algo que tranquilizaba al compartir su compañía, pues uno siempre sabía a qué atenerse; no defraudaban en las expectativas generadas.

Para acabar de diseñarse a sí misma como una chica moderna, de existencia completa y equilibrada en lo que a carácter y aspiraciones se refiere, Magda HINCA estudiaba una carrera universitaria, claro. No podría precisar ahora si era exactamente Derecho, pero se encontraba en esa línea: de conocimientos suficientes para medrar en la sociedad maracandesa y uzbeka de los ’90, así que también podría haber sido perfectamente Empresariales.

En todo caso, nada que requiriese como condición necesaria para licenciarse con éxito el uso del cerebro más allá de su aplicación memorística. En su máxima expresión, podría llegar a tratarse de razonar los conocimientos, relacionándolos entre sí para optimizar el tiempo de estudio. Pero nada más, con toda seguridad.

Pensar sobre la utilidad humanística de los estudios, la motivación de que existieran o el servicio que prestaban al funcionamiento de la sociedad, perpetuando sus esquemas… ya habría sido pedir demasiado. Menos aún cuestionar los fundamentos sobre los que se asentaba la sociedad misma.

No eran éstos objetos de la preocupación existencial de Magda HINCA, así que podemos concluir en ella una concepción egoísta que a lo más llegaría a la limosna; por otra parte, compatible a la perfección con los principios inspiradores de la HINCA. Todo encajaba a la perfección, como puede verse.

Y en la cúspide, la cima de las aspiraciones de Magda HINCA, como ideal de vida: formar un núcleo familiar con Pablo ACABA. Una mirada cruzada entre Pancho Chapas y yo cuando Magda HINCA entraba por la puerta del local, resultaba suficiente comunicación entre nosotros dos: para compartir cómplicemente todo lo explicado hasta ahora. Pero no por nuestra excepcional inteligencia, sino por la simpleza y simplicidad que transmitía la pobre Magda HINCA sólo con su presencia. Risas.


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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