Leonarda

HINCA

 

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Creo que lo mínimo que hay que pedirle a alguien que elige llevar un disfraz es que lo haga con credibilidad… lo del honor, la verosimilitud y esas mandangas ya viene siendo secundario. Y el caso de Leonarda HINCA era un ejemplo diáfano de lo contrario, porque estaba localizada con carácter de voluntaria en la HINCA, una organización que se suponía dedicada a la integración de desfavorecidos, pero ella no podía disimular en su rostro la mala leche… aunque tampoco sé si lo intentaba siquiera.

Cuando conocí a Leonarda HINCA se dedicaba a coordinar actividades dentro de la asociación, así como impartir alguna de ellas, es decir, se le suponía capacidad tratando a la gente. Esto significa como mínimo comprensión y paciencia por su parte, algo que yo jamás pude contemplar en pleno apogeo.

Claro, que yo tampoco solía estar a las horas en las que ocurría aquello, que solía ser por las tardes; mi horario era de mañana haciendo la Prestación, es decir, trabajando sin cobrar a las órdenes de Pablo ACABA y –de rebote– de Leonarda HINCA, que era la segunda de abordo. El papel que ella desarrollaba en aquel teatrillo era ciertamente equívoco, porque tanto a Pancho Chapas como a mí, los dos objetores a su cargo, Leonarda HINCA nos dejaba entrever a la mínima de cambio su vocación de negrera, que se ponía a ejercitar sobre nosotros.

Suerte que Pablo ACABA atenuaba un poco aquel papelón: creo que si hubiéramos dependido sólo de Leonarda HINCA aquello habría acabado francamente mal. Porque ella no sólo ejercía su poder de una manera despótica (por ejemplo, mandándonos cosas que no eran necesarias… o ejerciendo su mando con desprecio) sino que disfrutaba dejando claro quién mandaba allí: ella, claro. Por fortuna, sólo en ausencia de Pablo ACABA.

En otras palabras: se notaba que a Leonarda HINCA sólo le faltaba un poco de poder para ejercer de hijaputa, porque el espíritu ya lo tenía de sobra. Talante a raudales. Todo esto no eran percepciones subjetivas de quien suscribe, sino impresiones confirmadas en múltiples conversaciones con Pancho Chapas y algún intercambio de opiniones con el propio Pablo ACABA, quien intentaba quitarle hierro al asunto muy diplomáticamente. “Es su manera de ser…” solía dejar caer como al descuido. “Pero es buena chica”.

Lo cierto es que yo imaginaba la hipótesis de que algún día Pablo ACABA se marchara de Samarcanda y la HINCA quedase en manos de Leonarda HINCA: el despropósito en que se convertiría aquello me hacía temblar. Imaginaba un mobbing permanente desde su posición dominante, sin ningún tipo de limitación ni cortapisa que no fuera la Ética misma de Leonarda HINCA… es decir, sin Ética ni limitación alguna. El cuadro me parecía espeluznante. Yo recordaba aquello que dice Ernesto Sábato: “Sólo hay algo peor que un pelagatos… es un pelagatos con uniforme”.

Para mí Leonarda HINCA era alguien a quien sólo le faltaba algo de poder para desmelenarse y sacar a la luz del día toda la lobreguez que llevaba dentro, que se le escapaba por el gesto torcido de su tez morena, entre los rizos descuidados mientras hablabas con ella de cualquier cosa. Parecía estar pensando siempre: “Sí, tú habla, pero en cuanto pueda te voy a joder bien jodido. Te vas a enterar tú de lo que es una auténtica hija de puta. ¿Te lo estás imaginando ya? ¡Pues eso no es nada para lo que te espera!” Suerte que para mí aquella ocasión no llegó jamás: me concedieron el traslado de la Prestación a Zarafshon y se quedó con las ganas.

 

 

Sonido

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