Paco

VERÁS

 

Kagan

´92

  973

             

 

Podría establecerse sin mayor dificultad una taxonomía clarificadora entre las gentes que recalan en una Facultad de Bellas Artes. No con afán clasificatorio para cuadricular a los especímenes, cada uno tan singular en su esencia… sino para que los profanos sepan a qué atenerse con una fauna tan inclasificable. Digamos para abreviar, aunque simplificando mucho las cosas (requerirían subdivisiones) que los habitantes de ese planeta pertenecen o mejor dicho se definen por relacionarse con dos características: la ocurrencia y la creatividad. En ocasiones se dan ambas en la misma persona: cuando así ocurre y se trabaja adecuadamente, puede llegar a surgir el genio. Paco VERÁS era un tío ocurrente, sin duda alguna: se notaba en el trato cotidiano porque la chispa se le escapaba por los poros como una espontaneidad que tienen algunas personas para sacarle punta humorística a cualquier cosa, contagiando un buen rollo imparable. Yo le conocí cuando trabajé en el C.D.M. de Kagan, porque aunque no formaba parte del plantel laboralmente hablando, tenía una relación muy estrecha con ellos… con nosotros. Venía con frecuencia para colaborar diseñando los folletos de los cursillos que se impartían en el C.D.M.: Paco VERÁS en ocasiones pasaba por allí a tomar una caña mientras diseñaba en un pispás algún collage para promocionar los cursillos que realizaba el C.D.M. Así tomábamos una caña con él y nos reíamos un rato. Su personalidad no sólo lo permitía, sino que se prestaba a ello. Lo hacía al hilo de la charla y la caña, tenía facilidad para ello y allí se le agradecía la tarea, pero eran nada más que eso: ocurrencias con buen márketing… nada creativo con mayúsculas. En el C.D.M. era toda una institución y cuando se prodigaba en visitas, elevaba sin falta la moral de la concurrencia.

Paco VERÁS era profesor de Dibujo en el Instituto Ramiro García de Kagan y había hecho alguna exposición de sus obras, porque también le daba a la pintura como cualquier belloartista que se precie. Pero sus obras no pasaban de ser ejercicios más o menos correctos. Paco VERÁS tenía el armario de la creatividad repleto de telarañas. Por fortuna lo sabía, era consciente: no le daba importancia al hecho, había superado esa juvenil necesidad de ser un genio a toda costa que superpuebla la Facultad de Bellas Artes: por eso Paco VERÁS vivía en la risa constante y el chascarrillo humorístico, en el buen rollo contagioso. Además se había casado con su contrapunto, que venía a ser como la madre responsable que pone coto a las travesuras de su vástago. Como pareja ambos representaban complacidos el papel, se les notaba que disfrutaban haciéndolo. Paco VERÁS, con alguna observación picarona provocaba la reconvención de ella, seria como una institutriz.

El perfil de Paco VERÁS era el típico del licenciado en Bellas Artes: combinaba la superficialidad con la picaresca, el buen humor con la complicidad hasta el punto de resultar contagioso y destilar buen rollo por los cuatro costados. Paco VERÁS regalaba a todas horas y a todo el mundo sus ocurrencias…  además practicaba trastadas como un eterno adolescente: del espíritu artístico sin duda le había quedado esa marginalidad propia de las borracheras de Facultad, tan repleta de resacas al día siguiente. En algún sentido su mente había quedado encallada, anclada por allí, cuando soñaba con ser artista gracias a sus ocurrencias, pero incapaz de saborear y exprimir lo abyecto para sacar de ahí el zumo de la creatividad, siempre atormentada porque tiene que ver con la esencia del alma humana. Imposible hablar en estos términos con Paco VERÁS, porque enseguida se iba por la tangente con alguna observación al hilo del discurso: pillada por los pelos, seguramente… pero que provocaba la risa sin querer, incluso sin poder evitarlo.

Paco VERÁS era un colaborador necesario en el delito constante de Lesa Humanidad perpetrado por el colectivo de los seres humanos a cada instante que prefieren la ocurrencia a la creatividad, el chiste al arte.

 

 

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