Javier |
ABREVA |
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Javier ABREVA: el tipo no tenía desperdicio… bajito, con pinta de orangután, desgarbado y torpe. Gafas de culo de vaso y el labio inferior algo colgante. Parecía escapado de una película de terror barata, máxime cuando él mismo se había adjudicado el papel de matón en el colegio. Estábamos en la misma clase, en los Franciscanos… Con sólo doce años, ya era digno de un documental de bichos en su hábitat. Un día incluso me amenazó con sacudirme si no le daba unos cromos de fútbol. Cosas de niños, retratos de adultos.
Tuve la fortuna de encontrar a Javier ABREVA casualmente muchos años después. Él no me recordaba… Era de noche, en una carpa en la que había tangos en vivo. Me acompañaba Joaquín Pilla Yeska y abordé a Javier ABREVA como si nos conociéramos de algo relacionado con su profesión[1]. Me hice pasar por representante y le di una tarjeta falsa que me facilitó Joaquín Pilla Yeska. Javier ABREVA y yo quedamos en que me llamaría al día siguiente, porque le hice una oferta buenísima que no pudo rechazar… aunque no recuerdo de qué era.
Le engañé como a un niño. Aún debe de estar marcando el número de teléfono o yendo en persona a preguntar por mí. Como si yo tuviera un nombre distinto, el que inventé aquella noche… de vengador justiciero para afrentas infantiles: ¡qué panoli!