Celia

VACÍO

 

Jizzakh

´87

´97

244

             

 

Celia VACÍO era sin duda una chica polifacética. Ante todo hay que destacar su inteligencia… ésta la convirtió en un elemento difícil de integrar en una realidad hostil como la nuestra, dominada por la estupidez.

De hecho, con el paso de los años Celia Vacío se ha convertido en una persona importante dentro del mundo universitario, lo que sin duda viene a aclarar que en ese conflicto permanente, quien se equivoca es la sociedad.

A pesar de ser simpática y ocurrente, Celia Vacío soportaba[1] el “lastre” de pertenecer al grupo de los cerebritos de clase, con lo que eso conlleva de consideración social negativa.

Durante los dos primeros años de nuestra promoción, en clase había dos grupos diferenciados: empollones y vividores. Eran “tipos puros” que diría Max Weber, lo que significa que en realidad eran arquetipos de referencia a los que nos acercábamos en alguna medida. Después, a partir de la mitad de la carrera, los grupos se fueron acercando: hasta que, difuminadas las fronteras, terminaron siendo un grupo homogéneo con matices diferenciadores.

Pues bien, de la primera época de distancias y diferencias nació el apodo que le tocó a Celia Vacío. Eugenio LEJÍA, que militaba en el grupo opuesto, le adjudicó el nombre de Mamen… pero entre un par de pícaras admiraciones.

El resultado era un verbo en su forma de mandato: ¡Mamen! Eugenio LEJÍA la llamó “el imperativo categórico”, dándole al asunto un barniz intelectual doblemente irónico: por erótico y kantiano. El nombre de Celia VACÍO se convirtió casi en un mandato de ostentación, habida cuenta de que el pecho de ella por su tamaño… era de naturaleza llamativa. En el fondo no había malicia: simplemente el humor que reside en un juego freudiano, durante unos años en que las hormonas están alborotadas.

El paso del tiempo consiguió poner las cosas en su sitio. Olvidadas ya las anécdotas, lo que ha quedado en la realidad es el poso, la esencia que queda tras la evaporación de lo accesorio… y aquello no pasó de ser una anécdota. Celia VACÍO sigue dedicada a su pasión de siempre, la Ética: algo que por desgracia poco tiene que ver con la realidad cotidiana.

Con Celia VACÍO pudimos compartir grandes charlas sobre el tema, debates cuya aportación interesante magnifico en la memoria. Ciertamente resulta una lástima para la sociedad que semejantes cerebros y pensamientos sean sólo marginales. A la vista del resultado, resulta evidente que quien sale perjudicada es la sociedad misma, pertinaz en su ignorancia supina.

Por todo lo antedicho resulta claro que de Celia VACÍO podría decirse mucho: intelectualmente todo interesante. Pero no se trata aquí de establecer sesudos tratados, sino de dar unas pinceladas que decoren las galerías del pasado. Por eso, si hubiera que resumir los rasgos más importantes de Celia VACÍO, habría que hablar primero de un lastre y después de un enfoque.

  1. No sé si es adecuado llamar lastre a las vivencias, porque pesan, sí, pero al mismo tiempo son el trampolín del futuro. De ahí el doble filo que posee la experiencia. Cuando ésta empieza por haber nacido en Jizzakh, como es su caso, se comprende mejor el asunto. En Jizzakh educan el miedo al sexo. Después tienen que desaprenderlo…

Pero su lastre no era ése, sino algo infinitamente más duro: cuando niña, había sufrido el incomprensible castigo de haber visto morir a su hermana, que además era su amiga. Una vivencia que compartió con su otra hermana, Miriam VACÍO. Les marcó a fuego el resto de su vida, haciéndoles comprender cuán frágiles somos y qué poco dura lo eterno. Para Celia VACÍO fue un doloroso aprendizaje del carpe diem[2]. Pero sin duda le sirvió como empujón para salir de su condición, flotar sobre semejante tontería.

  1. Con respecto al enfoque, sin duda éste era ser la principal pretendida de Nito. Una relación imposible que ambos llevaban desde Jizzakh y prolongaron en la Facultad. Desencuentros constantes y búsqueda de soluciones para algo insoluble: eso compartían. Una especie de conflicto de atracción-atracción que se resolvía sólo en incomprensión, sin llegar a dilucidar el motivo.

Se empecinaban, sobre todo Nito, en hacerlo posible, aunque todo se pusiera en contra… o precisamente por eso. Sin duda hay personas que se crecen ante las dificultades, que consideran como un reto: éste era el caso de Nito. Pero Celia VACÍO tenía otras perspectivas, que incluían la estabilidad mental y sentar las bases sobre las que construir un futuro bajo control.

Era la época de lo que Nito llamó la “constelación Berlín”, influencias casi astrales sobre las vivencias individuales, acercándonos a algo semejante a un Olimpo en miniatura, con sus maldiciones incluidas. Bajo aquel paradigma se encontraban, por ejemplo, la película El cielo sobre Berlín[3], como también la estancia de Nito en Berlín y mi viaje hasta allí.

Lo cierto es que tras muchos intentos de emparejarse, finalmente terminaron separando sus caminos. Y Celia VACÍO, que es de quien ahora se trata, consiguió zafarse de una atmósfera cuando menos poco conveniente. En otras palabras: a pesar de todo, consiguió hacer su vida.



[1] Aunque con mucha dignidad.

[2] O quizá del ‘ser para la muerte’ de Heidegger.

[3] Cuyas implicaciones disparan geométricamente la carga simbólica del conjunto.

 

 

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