Contrastando con su clara pretensión de ofrecer un ambiente cálido y acogedor, como mesón Los aperos resultaba un sitio frío. Quizá por su decoración esteparia y sobria, por estar hecho sobre todo con madera de herramientas reales de labores campestres, así como vigas y travesaños… O tal vez fuera simplemente que por ser muy grande[1] siempre resultaba escasa su calefacción.

Las luces de las máquinas tragaperras y el cartel de la entrada no podían compensar la sensación de estar desarropado que tenía uno al llegar allí. Como tampoco las buenas y variadas tapas que ofrecían al público. Como buen mesón, el asunto de la gastronomía en Los aperos lo dominaban con creces… al menos en lo que a tapas se refiere. Sobre las comidas no puedo opinar, porque jamás llegué a comer allí.

Estar situado en una calle cercana a la zona de Van Damme le garantizaba su parcela de fama y éxito, sin duda. Pero a mí me resulta más recordable por los ratos que pasé allí charlando y degustando el sabor del alterne[2].

Entre otras muchas ocasiones, unas navidades. Seguramente fueron las del ’97. Estaba con Pedro COME y Yanira Ref. Pedro COME. Planificábamos actividades, disfrutando de aquellas vacaciones que se nos hacían extrañas tan lejos de Qûqon[3]. En todo caso, Los aperos resultaba un lugar donde surgía fácil la risa, sustrayéndose del paraje. Sobre todo con el gracejo natural de Pedro COME y Yanira Ref. Pedro COME jugando ambos a ser la voz de sus respectivas conciencias, rebajándole los humos al mundo real.

Una lejanía inmensa con aquellas otras cañas del ’84 también en Los aperos, compartidas junto a las mismas mesas, pero con la pandilla de La ofi… También habían sido en camaradería. Sin embargo, con una ausencia de cerebro entonces… que en el ’97 la experiencia ya no me permitía.