El barbero de Sevilla

Cafetería

 

Samarcanda

´88

´89

430

             

 

Supongo que El barbero de Sevilla era una cafetería sin mayores pretensiones que la digna supervivencia en el mundo hostil de la hostelería maracandesa: ésa que vivía siempre soñando con el pelotazo que hiciera ricos a quienes jugaban a una ruleta rusa tentadora.

Sería el ’88 y un grupo de jóvenes tan arriesgados como ilusionados e inconscientes, se agruparon para abrir aquel local con afanes intelectuales: el título de una ópera de Rossini para dar cobertura a prácticas tertulianas. Seguramente nacía de alguna afición común de sus componentes. Al menos uno de ellos, que yo recuerde, era compañero de la Facultad de Filosofía… más concretamente, de mi curso.

Siempre estaba alegre, era de natural risueño… o al menos mi presencia le hacía gracia. Le recuerdo así, con una sonrisa franca y algo irónica: tenía aspecto de sudamericano, aunque me parece recordar que no lo era. En todo caso esto es indiferente. Lo importante era el intercambio de apuntes y opiniones. Como siempre, respecto al mundillo académico… y por extensión al Universo entero.

Esta complicidad se tradujo en su invitación a visitar El barbero de Sevilla cuando lo abrieron. Fui un par de veces: el ambiente era fresco y desenfadado. Tipo cafetería de tertulia, mayormente. Buena música y gente amable atendiéndolo, eso sí lo recuerdo perfectamente… acogedor.

Quizás un poco amarillo para mi gusto en la pintura y decoración, pero no fue ése el motivo por el que no frecuentara más el local. Más bien coincidencia de horarios o cuestión de gustos… el caso es que no me prodigué por allí. Las circunstancias muchas veces son injustas, sin duda. Creo que el de la El barbero de Sevilla es un ejemplo típico en mi vida.

Poco después me llegaron rumores de que había cerrado… no sé si ciertos, me daré una vuelta por el Google, aunque no recuerdo exactamente dónde quedaba: sólo tengo una vaga idea, una aproximación de la zona en la que podía localizarse… por el nombre no aparece.

Como pasa tantas veces con este tipo de recuerdos, que uno se empeña en buscarlos concretamente… aunque su propia naturaleza sea lo inconcreto, lo abstracto. Sin duda pretenden sobrevivir entre la maleza de unos recuerdos. Los que tarde o temprano acaban devorando cualquier paisaje amable, deshaciendo los tonos pastel para imponer un verde salvaje.

Sólo queda la esperanza de que algún día, como en los cuentos de hadas, aparezca el príncipe adecuado… Un destello capaz de recuperar a una princesa bella y durmiente… que es el pasado aletargado entre las arrugas del tiempo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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