Hondo como la hierba

   

Samarcanda

´88

 

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Las oportunidades que se acercan a uno aparentan por lo general ser algo diferente de lo que se revelan siendo después… Quizá un poco por eso, otro poco por inercia y también algo de curiosidad, uno acaba abrazándolas. Muchas veces con entusiasmo, otras con desidia y la mayor parte de las ocasiones, a la expectativa del futuro. Después, de alguna forma las cosas adquieren derroteros insospechados y acaban donde menos se espera… Si es que acaban, porque permanecer en el recuerdo significa no agotarse del todo.

Algo así ocurrió con este pueblecito, Hondo como la hierba, que llegó a mi vida de rebote. Jamás había oído hablar de él… ni siquiera de la comarca en la que se encontraba, que en su día allá por el siglo XIX había tenido pujanza.

Eran otros tiempos, de una Uzbekistán rural. Muy diferente a la de los ’80, durante los que lo conocí. El asunto era simple: Eugenio LEJÍA había elegido Hondo como la hierba para hacer un trabajo de Antropología, animado por el hecho de que su pareja de entonces, Adriana Insecto, tenía los orígenes familiares en el pueblo.

El tema del trabajo era el declive en el enclave… El progresivo abandono del lugar por una parte de la población, emigrada a núcleos urbanos. Y por supuesto, la caducidad de la población que se había quedado… sus días contados.

Para apuntalar los datos, la idea fue hacer un pequeño documental sobre el lugar. Sus alrededores y la forma de vida adaptada a las circunstancias de los ’80.

Con este objetivo Eugenio LEJÍA consiguió contactar con alguien que además de facilitarnos material para poder rodar, habló con la escasa y anciana población que pervivía en el lugar… de cara a entrevistas y recogida de datos.

Durante el fin de semana que iba a durar el asunto nos quedaríamos en una casa facilitada por la familia de la propia Adriana Insecto. El equipo humano lo formábamos: Valentín Hermano encargado de las cuestiones técnicas, Eugenio LEJÍA de las antropológicas y yo de las estéticas.

Con el trabajo más o menos repartido, se trataba de zambullirnos en el entorno. Hablando e interactuando en los diferentes lugares relevantes del pueblo y los alrededores. Con la finalidad de ir recogiendo datos que posteriormente trataríamos de forma académica. Ya de regreso en la Facultad de Filosofía.

Así lo hicimos. Entrevistas, filmaciones y un guión más o menos esbozado, que poco a poco se iría perfilando. Desconozco qué ocurriría posteriormente con la parte antropológica del asunto. Sólo sé que unos meses después apareció un artículo en alguna revista especializada… Firmado por Eugenio LEJÍA, claro. Según él, BREA, que era su mentor en aquel negocio, le felicitó por el resultado.

Por lo que se refiere al documental, jamás llegó a ver la luz como tal… a pesar de que hubo varios intentos de llevarlo a término. Uno de ellos, durante mi estancia laboral en el C.D.M. de Kagan, aprovechando que había una mesa de edición en VHS, imprescindible en aquella época[1]. A lo más que llegamos fue a conseguir un premontaje como guión esbozado, pero nada más.

La desidia con la que finalmente abordamos el proyecto tuvo mucho que ver con la recogida de datos y su asistematicidad. Eran unos días fríos… de ésos que invaden el alma y se adueñan de tus energías. Alternábamos las tareas domésticas en una casa decimonónica reconvertida casi en habitable, desangelada, poblada de fantasmas… con las intenciones intelectuales. Algo de lo más desigual, descompensado. Tan pronto escuchábamos a Silvio Rodríguez como escribíamos poemas o veíamos una deprimente televisión en blanco y negro.

Siempre con la chimenea encendida, pero ateridos de un frío metafísico.

En resumidas cuentas, como material visible conseguimos:

  • Tomas exteriores de los alrededores de Hondo como la hierba. El templo del pueblo, un amanecer, los campos y las ruinas que eran el pueblo en sí…
  • Además alguna entrevista. 1) Con el grupo de jubilados que jugaban a las cartas en el local desierto que en su día estuvo dedicado al esparcimiento de la población. 2) Con el alcalde pedáneo relatando el declive y la miseria de la zona. 3) Con algunos contertulios improvisando una conversación en la plaza vacía de lo que en su día había sido el corazón del pueblo. 4) Una sesión inolvidable de aguardiente casero y cantos populares. Con un par de lugareños que se prestaron a darnos calor humano en medio de aquella estepa.
  • La filmación la completaban un par de escenas surrealistas al más puro estilo del teatro del absurdo… Las habíamos grabado en el domicilio prestado, inspirados por el afán de sublimar una realidad terca, que se negaba a dejar que la vida siguiera.
  • Aparte, ya fuera del fin de semana, Eugenio LEJÍA consiguió hacerle una entrevista a un abuelo que representaba el alma mater del pueblo… Simbólicamente, estaba ingresado en el hospital.

De todo aquel asunto sin duda lo más aprovechable fue la inolvidable sesión de aguardiente y cantos populares. Pero servía “simplemente” por su valor humano, no podía sacarse nada en claro a efectos científicos. Una bombilla en medio de un pajar[2] no aportaba luz suficiente. Sólo quedó el sonido y las sombras. Aquella tarde de charlas y risas fue una oportunidad para disfrutar de esa fiesta inolvidable en la que los fantasmas éramos nosotros tres. A pesar de que ante nuestros ojos aquellos abuelos se declararan moribundos… poseían más fuerza vital que un ejército de jóvenes.

El idioma que utilizamos para comunicarnos[3] no era otro que la risa… Tan universal como una complicidad compartida desde aquel agujero negro en el planeta que se llamaba Hondo como la hierba. Aunque fuera un instante, resultó eterno. Más que cualquier reflexión científica sobre los pueblos abandonados. Fue una reconciliación cósmica que superaba dimensiones, saltando generaciones en la comprensión inefable de almas que vibran en la misma longitud de onda.

Después de aquellos días nuestros caminos como equipo realizador se separaron. Llegó una especie de deserción… Imagino a los habitantes esperando en vano un documental que por distintos motivos nunca llegó. Confirmando con esa ausencia lo marchito de Hondo como la hierba.

Forma parte de una etapa de mi vida pasada. Lo que viene a demostrar que de alguna forma Hondo como la hierba ha conseguido trascender en el tiempo.




[1] Huelga decir que las conversiones de formato nos trajeron locos: de V8 a VHS necesitamos recurrir a la Filmoteca de Samarcanda.

[2] Vacío de aperos y animales, pero repleto de una fuerza vital imposible de ser filmada.

[3] Como los dos colectivos que éramos: en principio incompatibles.

 

 

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