Movilizaciones

   

Samarcanda

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85

Aquello se veía venir a distancia. El ambiente era propicio para que empezaran a aplicarse las sacrosantas directrices ideológicas de un partido cuya prepotencia iba creciendo por momentos. Un par de años antes habían ganado las elecciones y se imponía una etapa supuestamente modélica bajo un paradigma abrazado ansiosamente por el presidente y sus adláteres… todos aquellos muertos de hambre venidos a más que saquearon las arcas estatales y, lo que es peor, atracaron la ilusión a mano armada. Dejaron tras su paso un desierto ideológico inhabitable para cualquier corazón que aún latiera. Por aquel entonces bullía la sociedad en su conjunto: en asambleas (de barrio, de trabajador@s, de cualquier grupo) y nosotr@s no íbamos a ser menos.

En lo que a mí me tocaba más directamente, el asunto atacaba directamente y sin tapujos la línea de flotación de las enseñanzas que a mí me estaban impartiendo entonces, que no eran otras que las de Derecho.

Claro, aquello suponía una incertidumbre de futuro que a todos los habitantes de la Facultad de Derecho nos preocupaba. Independientemente de mis intenciones de marcharme, que para el ’84 ya empezaban a estar bastante más que claras, aquello suponía un ataque directo a la UdeS en general y por lo mismo el cambio a la Facultad de Filosofía no me libraría de las consecuencias.

De ahí que el asunto me pareciera lo suficientemente preocupante como para interesarme por el conjunto de medidas que desde el colectivo de alumnos de la Facultad de Derecho se estaban proponiendo. Sería difícil calibrar si las medidas en cuestión eran más pijas o inocentes… pero trufadas de ambos componentes. No por las intenciones que las movían[1]… sobre todo por la puesta en práctica de una presión implementada para reivindicar lo innegociable. Una Universidad independiente de los poderes político y económico, con capacidad autonormativa suficiente y que se rigiera por criterios académicos, no empresariales. Casi lo mismo que se busca recuperar cuando escribo esto, casi 40 años después. Con la diferencia de que en el ínterin todo esto ya está perdido.

Aunque algo improvisado, aquello empezó a funcionar enseguida. Un núcleo de individuos que eran el motor del asunto, sumado al beneplácito de una mayoría que confiaba en el criterio de aquellos compañeros hasta que se demostrase lo contrario. Los acontecimientos bien pronto empezaron a tomar un cariz reivindicativo, a pesar de que en aquel núcleo había individuos de lo más variopinto y no siempre partidarios de la acción.

Discurrían por allí elementos claramente revolucionarios, inspirados por ideologías trotskistas (Arroyuelo)… pero también elementos más moderados (Juan Andrés Facha o José Leandro FACUNDO), así como alguna escisión nacionalista de cariz proletario (Jairo Derecho, procedente de Namangan). También estábamos quienes nos movíamos por un interés meramente educativo (Emilia RICA y yo).

A pesar de que estábamos en Segundo de carrera, algunos de los implicados, de formación cuyo calado político resultaba evidente… ya tenían una intuición innata sobre el manejo de masas y la forma de dirigirlas hacia el destino deseado.

Durante una de las asambleas, por ejemplo, escenificaron un teatrillo que aparentaba ser una verdadera discusión ideológica… con la única finalidad de que no se votara la continuidad del encierro, porque estaban seguros de un resultado que desconvocaría las movilizaciones. Así consiguieron que la Facultad de Derecho continuara tomada un par de días más por inercia, hurtándoles a los asistentes el derecho a decidir. Una maniobra al servicio de sus intereses.

Para mí fue aleccionador verles hablar una vez terminada la asamblea, tan amigos… cuando instantes antes se habían enfrentado en público. Así aprendí sobre el terreno cómo se planificaba y manipulaba una asamblea… cómo manejar un material que yo creía imprevisible: la masa.

Por tanto continuó el encierro. La mayoría de las actividades se resumían en unas partidas de bingo al estilo catequesis, charlar y fumar… y alguna escaramuza transgresora consistente en llevar algunos litros de calimocho. Actividades bastante inocentes si las comparamos con las que me esperaban un par de años más tarde en la Facultad de Filosofía.

En otras palabras, las movilizaciones del ’85 resultaron algo efímero: pocos días después fueron desconvocadas. Pero sólo eran el inicio de otras que ya pasaron a mayores. Si se quiere decir así, fueron un episodio propedéutico.

Sin lugar a dudas, la mejor forma de perder la inocencia ideológica es ser un cordero lechal entre fauces de leguleyos. Así fue mi bautismo (a)político y de allí probablemente deriven todos mis posteriores escepticismos.

 

 

’87

INTRODUCCIÓN

Desde entonces hasta febrero del ’87 hay un salto cualitativo que pasa en septiembre del ’85 por mi desembarco en la Facultad de Filosofía como punto imprescindible, obligada referencia. Sobre ese año y medio ya hay suficientes pistas diseminadas por estas Malas memorias para que el espectador pueda reconstruir el rompecabezas a su manera, idiosincrasia o talante. Obviaré ahora las menciones.

Lo relevante para la ocasión es la faceta o vertiente ético-política de los acontecimientos que van desde febrero a junio del ’87, a pesar de que vaya indiscutiblemente solapada con otros planos que coexisten y se superponen.

HACE MÁS DE 30 AÑOS

Como si fuera un recordatorio, hace poco vi universitarios durmiendo en la Universidad y la estampa me ha traído los ’80 a la memoria. En el ’87 estuvimos como ellos: encerrados en el campus, protestando por un plan que ya entonces era el boceto de éste, la antesala. Intuíamos que era la última oportunidad de salvar la Universidad de las garras del mercado, por eso luchamos desesperadamente: éramos un gato panza arriba.

Quienes protestábamos entonces éramos tildados de derrotistas. Era la época de la esperanza para la mayoría de una población en exceso confiada. El tiempo nos trajo amargamente la verdad, vino a darnos la razón. Aquello sólo era un precedente de la mercantilización del saber.

El pensamiento único, el dinero global. Estuvimos casi cuatro meses luchando contra fósiles, incluso llegamos a organizar la universidad alternativa. Barricadas, manifestaciones, enfrentamientos con la policía…

Al año siguiente nos encerramos en un aula de la UdeS. Una noche con frío, descubriendo la faceta gatuna de Remedios COLGADA bajo la lluvia. Y después, luchando por gritar a través de un ventanuco con rejas para hacernos oír.

LOS INDIGNADOS DEL ’87

A veces se difuminan las diferencias entre un paralelismo y un precursor… Como esos días que trajeron una nueva actualidad, un aire nuevo de protestas espontáneas. Medito sobre las semejanzas de los movimientos 15M y DRY, que fueran una patata caliente sobre la mesa… antes de sufrir el quiste histórico y su consecuencia de frialdad cadavérica… Similitudes con aquellas movilizaciones sin nombre oficial que protagonizamos los universitarios de hace más de 30 años.

Encuentro sólidos argumentos para ver dos reflejos de la misma figura. A su vez, un eco del ’68 que nosotros creímos importar con el proverbial retraso de los 20 años que suelen separar a Uzbekistán de Europa. Aunque quizás el ’87 no fuera paralelo ni precursor del ’11 y sus secuelas… sino ambos la (re)encarnación material de un espíritu universal y atemporal que anida en ciertos anhelos demasiado humanos, más allá de cualquier cifra.

En el ’87 la sopa se había ido cocinando en un caldo de cultivo previo que incluía el descontento general de la población por el giro a la derecha tras el ’82. Algo similar a lo que sería para vuestra mentalidad la encerrona de la OTAN, el olvido de las nucleares o la reconversión general[2]… se trata sólo de unos ejemplos: de cómo se había ido generando frustración desde el poder, al desactivar progresiva y paulatinamente el activismo en el que había bullido la población civil.

El renovado poder de aquella corriente llamada socialdemocracia[3] procedía de los incautos que habían antepuesto su mayoría a la de quienes ya entonces habíamos visto claramente el lobo al completo, no sólo las orejas.

Retocar la Universidad y sus planes de estudios no era tanto una operación de maquillaje, sino una cirugía en profundidad que permitiese la llegada al mercantilismo de las ideas. La solución europeísta a la falta de rentabilidad del pensamiento.

Los antecedentes ya existían y lo del ’85 fue sólo una antesala de lo que ahora llegaba. Por tanto, no es de extrañar que aquel legado madurase y a través de lo que fueron las Reuniones generales de la Universidad. Éstas llegaron a constituir un movimiento coordinado a nivel estatal. Después, ya lo veremos… el silencio cómplice de los medios y la ausencia de un tejido comunicativo (entre otras cosas) hicieron que el movimiento se aletargara.

DELEGACIÓN DE ALUMNOS

La Delegación de alumnos era el hervidero al que iban a parar las inquietudes transformadoras del alumnado de la Facultad de Filosofía, que debidamente encauzadas propiciaban las reuniones multitudinarias en el salón de actos: las asambleas. Su carácter soberano y omnipotente, abierto a cualquier tema, hacía de ellas una especie de materialización de las utopías.

Sin ánimo exhaustivo, puede decirse que allí se decidieron los acontecimientos que desembocarían en la huelga indefinida, con suspensión de clases y ocupación de la Facultad. Inicialmente contó con el respaldo absoluto y comprometido de una gran mayoría, lo que significó el trabajo constante organizado en grupos. A la sazón mis conocimientos de aficionado a las ondas piratas me llevaron a formar parte de una de las comisiones, la de Comunicación. Dentro de ella, el proyecto que no llegó a cuajar de hacer una Radio Libre para dar difusión al movimiento estudiantil.

ENTORNO

Eran los días de la euforia inicial de las movilizaciones del ’87, que incluía la ocupación efectiva. La toma de la Facultad de Filosofía y el desarrollo de la Universidad alternativa, en la que se invitó con éxito a participar a sabios heterodoxos. Se iniciaba así una dinámica seria y coherente cuya pretensión era demostrar que no sólo se criticaba: también había fe en la propia capacidad para hacer diferentes la vida y la sociedad, de otra manera.

Las comisiones funcionaban, los profesores ortodoxos podían acceder a sus despachos, pues no se les vetaba la entrada. Continuaban todas sus labores no docentes… la única anormalidad durante el día era la falta de clases.

Todo esto era posible entre otras cosas porque en la Universidad no existía ‘seguridad privada’ con sus empresas de matones… tampoco estaba permitida la entrada de ninguna policía en el Campus, salvo por una autorización expresa y puntual del Rector.

Por tanto la Facultad de Filosofía era un edificio recién estrenado en septiembre del ’85, pero en régimen de ocupación absoluta por los contribuyentes discentes, en el que convivíamos futur@s licenciad@s en Pedagogía y Filosofía.

En otra palabras: un hervidero constante de ideas y conocimientos intercambiables y progresistas, que a la noche se transformaba en la mayor explosión de cultura libre que pueda imaginarse. Allí se cantaba, se jugaba (fútbol, cartas, flirteo, todo valía), se fumaba, se charlaba, se tocaban instrumentos, se bebía, se dormía y –en fin– todo lo demás que suele venir por añadidura. Sólo había un conserje de guardia, que hacía noche con nosotros e incluso participaba en los partidillos organizados en el recibidor de la Facultad de Filosofía. Si era homosexual, me da igual.

Los espacios institucionales eran respetados y los demás estaban racionalmente distribuidos. En un salón inmenso con sofás y mesas, la sala de alumnos que la Facultad había dispuesto para disfrute de nuestro colectivo: allí se hacía vida social de forma permanente. Aquello era lo más parecido a la libertad o el paraíso, un jardín de Epicuro.

Lamenté no saber tocar la guitarra. Empecé a memorizar a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Jugaba al mus con una fruición enfermiza, febril, frenética… También heredé de aquellas noches la frustración de no haber sido capaz de enamorar a doncella alguna, mientras alrededor se multiplicaban los arrumacos –etílicos o no– entre multitudes que se emparejaban.

Un rápido catálogo, a vuelapluma. Recuerdo vagamente… a Heidi GEMIDO haciendo de las suyas. A Salvador MAÑO y Tania Ref. Salvador MAÑO[4] en su eterno tira-y-afloja de pareja que no llega a serlo. A Adán Dinamitero ligando a manos llenas. A Eugenio LEJÍA y Brenda VAYA follando a escondidas en las aulas, a oscuras como perversión suprema… una noche, paseando por los oscuros pasillos les hicimos un histórico interruptus. Otro rato, ya de tertulia… confesé falsamente que todos mis poemas eran un burdo plagio de Arlt[5].

También recuerdo tardes de charla. Las confesiones de Ricardo Místico, conversaciones pausadas, partidas de mus… así como las infinitas pedagogas que conocí entonces:

·         Margarita ASPA, que después sería novia de Salvador MAÑO y posteriormente reaparecería en el ’94 como novia de Marielo SOPA

·         Pepe la peste

·         Miranda Joanna DIVER

·         Leticia MIRA, futura novia de Seco Moco

El colectivo más emblemático de los estudiantes de la época era ESPERA (EStudiantes Progresistas de Energías RenovadAs)… por todo lo explicado hasta ahora, tenía garantizado su fracaso. Estaba condenada al ostracismo si no a la purga. Por si el grupo sobrevivía a los sobornos individualizados, el Destino en connivencia con el poder establecido hizo que su cabeza pensante y visible, Jesús ASÍ, muriese en accidente de tráfico. Aquello se llevó por delante a la organización entera. Su hermano Lázaro ASÍ, quien conducía en el momento del siniestro, nunca se lo perdonó a sí mismo… y se lanzó a una desesperada autodestrucción. Gentes un día seducidas por su personalidad, como Dolores BABÁ o Lucas Primo, tiraron la toalla. Personas como Andrés GHANA se pasaron al enemigo: actualmente están en el otro lado, son docentes que luchan para defender un inmovilismo que favorece sus mezquinos intereses. Nada más parecido a la entropía: egoísmo perpetuado aún a costa de la propia vida.

La pregunta ya no es ¿en qué nos hemos convertido? sino ¿podríamos haber llegado a ser algo diferente?

ASAMBLEAS

Las asambleas eran realmente la columna vertebral de toda la actuación de las movilizaciones del ’87. Resulta imprescindible recordar que una vez acabado el curso, tras el verano del ’87, se retomaron las clases… a pesar de que la huelga indefinida nunca fue desconvocada formalmente. Puede decirse por tanto que si la inercia académica venció a la voluntad popular, no es menos cierto que la docencia que se imparte desde entonces carece de legitimidad jurídica[6].

Resumiendo el contenido de las asambleas a las que asistí, plasmando su espíritu en unas cuantas perlas desgranadas que trascienden la anécdota, baste decir que en ellas:

1)          recuerdo a un tal Leopoldo Filosofía proponiendo el sabotaje a la compañía de ferrocarril para hacer valer nuestras reivindicaciones ante la población general. Una propuesta que no prosperó por escaso margen de votos

2)          también la aprobación de solicitar al claustro universitario un sobresaliente general que evitase pérdidas de becas o agravios a colectivos estudiantiles, aunque finalmente se hicieron exámenes con parámetros de normalidad

3)          con esa clarividencia aneja a la juventud, allí me cupo el honor antimonárquico de ser quien propuso declarar al entonces príncipe persona non grata. Se aprobó por mayoría… pues a la sazón se planteaba estudiar Derecho en Samarcanda… desconozco si eso influyó en que finalmente lo hiciese en Tashkent, pero en todo caso me resultó una inmensa satisfacción personal.

Permitir que una asamblea discurra libremente, sin manipulación alguna, resulta tan ingenuo como organizar la economía dejándola actuar libremente, mercado total. En esas condiciones, ya se sabe que el mercado desemboca en monopolio.

Por eso es necesario que la asamblea se planifique siempre con una manipulación positiva, entendida como garantía de libertad, valga la paradoja. Las asambleas hay que manipularlas siempre, pues en caso contrario pueden convertirse en una dinámica contraproducente. Al servicio de intereses ajenos y siempre perniciosos.

CONSEJO DE DEPARTAMENTO

Si alguien quiere granjearse enemistades o no le importa hacerlo, su camino está predeterminado por su condición personal, no por los astros. Tarde o temprano será un representante, destacada voz cantante.

Nunca he tenido en consideración opiniones ajenas[7], de ahí que yo fuera un candidato idóneo para venir a demostrar lo antedicho sobre las enemistades. Allá por el ’87, en plena huelga universitaria, me presté para una tarea nada grata: ser representante electo de alumnos en el Consejo de Departamento de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Dicho así, con todas las mayúsculas. Durante mi desempeño de dicha labor no sólo se puso en cuestión mi legitimidad por proceder de un colectivo en esos momentos ausente de la Facultad por la huelga… además tuve que asistir a bochornosos espectáculos de vergüenza ajena.

Aquella experiencia me granjeó desprecios, amenazas y enemistades entre los señores catedráticos, que en aquellas reuniones veían peligrar sus privilegios por las reivindicaciones de los estudiantes… teniendo en cuenta la catadura moral de aquellos docentes pero energúmenos[8], bastará con que explique cómo se desarrolló una de esas reuniones en las que estuve presente. Todo lo demás se podrá imaginar por añadidura.

Aparentemente muy civilizado. Convocatoria formal de reunión y demás burocracias. Allí estábamos todos reunidos, preparando la futura organización de una Facultad que en ese momento estaba en pañales; al amparo de lo que dictaban las normas de la reforma. El orden del día era entretenido: reparto del poder en las futuras luchas intestinas del departamento rimbombante.

La realidad era mucho más peregrina. Dos colectivos enfrentados: el de los privilegiados y el de los desposeídos. Los primeros llevaban toda su vida luchando por una posición dominante, para lo que lógicamente habían tenido que chupar muchos cirios y cepillar innúmeros trajes. Los segundos éramos una caterva de promesas en el mejor de los casos, pero siempre: unos muertos de hambre que además no tenían dónde caerse muertos si no era en un piso alquilado… por casualidad habíamos venido a parar al rincón de esta Facultad. La ley de parte de los primeros, claro. Como dijera por aquella época un insigne representante del estamento docente, a partir de una posible evaluación de su calidad: “a ver si vamos a llegar al punto en el que la ley de la caza la dicten las perdices”. Sin comentarios.

La nuestra era una posición ciertamente incómoda, por representar a un colectivo débil y además en desbandada. Éramos el rostro que los señores respetables le ponían a una patada en sus cojones. Éramos la encarnación absoluta del mal.

Llevarles la contraria como mínimo era garantizar las amenazas. Tal como ocurrió en el descanso de una de aquellas maratonianas reuniones. GUSARAPO agitando su brazo de forma vehemente junto a mi cara, mientras pronunciaba como un energúmeno las palabras: “No tenéis cojones”. Aquello debería haber sido razón suficiente para amedrentar[9] a alguien que como dijo MARUJO no era más que “un simple alumno, al que no le tolero que blablablá…” Como puede comprobarse, el panorama era la antítesis de la civilización.

Contra toda previsión, no dimos nuestro brazo a torcer. Las espadas quedaron en alto, aunque después pusieran a su servicio la maquinaria legal. Utilizando subterfugios y tecnicismos, aquello quedó en una simple escaramuza sin importancia. Ya puede verse sobre qué están construidas las legitimidades actuales de la caduca institución llamada UdeS, que un día ya lejano fuera progresista y baluarte del futuro social… ¡hace tantos siglos!

Nos habían entregaron el testigo generacional de una lucha absurda y perdida: la del sentido común y la justicia frente a la caspa naftalínica de los hechos consumados. El status quo heredero de un fascismo tan institucionalizado… que sanear el conjunto significaría acabar con la UdeS entera.

Ahora cualquier tufillo de progresismo es rápidamente sofocado por un corporativismo acérrimo, casi un integrismo religioso que no conoce sino la agrupación de los egoísmos.

MEOLLO

Durante el tiempo que duró el encierro, el alumnado se movilizó de múltiples maneras. Manifestaciones casi a diario (al menos al principio), actos de pública notoriedad (charlas, comunicados, ocupaciones…) aparte del desafío permanente de una UdeS tomada… o las pintadas, barricadas incluso de fuego…

En aquellos días llegamos a temer que la policía entrase en la Facultad de Filosofía[10], la situación estaba bastante radicalizada. Nuestras concentraciones y manifestaciones se reprimían con violencia inusitada[11] de cargas al estilo de los grises, heridos graves por pelotas de goma y la peor de las represiones: la informativa. Los medios locales sí que reflejaban las escaramuzas[12], pero a nivel estatal un pacto de silencio que acallaba la llegada del mayo francés con 20 años de retraso.

Irónicamente, de forma simultánea se desplegó en toda Uzbekistán una campaña publicitaria: creo que era de Citroën. Hablaba cada día a doble plana de ‘La revolución está en marcha’ y eslóganes por el estilo. La comisión de Comunicación llenaba la cartelera de la entrada con noticias de ambos tipos, pero sin fotos de coches: el efecto final era impactante. Después se archivaba toda esta documentación en la Delegación de alumnos y el dossier final[13] refleja aquel tiempo irrepetible: cuando ESPERA no tenía límites y el futuro era claramente nuestro.

CRÍTICA Y DECLIVE

Dentro del movimiento, sin embargo, también existían voces críticas hacia las formas y los contenidos de las movilizaciones. Por ejemplo, un buen día apareció colgado un cómic que ridiculizaba lo puramente orgiástico que se realizaba al amparo de aquellas supuestas reivindicaciones. En él, la autocrítica brillaba por partida doble. Arte en quienes lo hicieron y ausencia del mismo en quienes fueron objeto de la misma.

Los autores fueron Eugenio LEJÍA y Pablo CIEGOS. El conjunto tomó nota del contenido, aceptó la crítica. Como si aquello fuera natural, inevitable en un ser humano en determinadas condiciones… de presión y temperatura.

Lo cierto es que por las noches las facultades ocupadas muchas veces se convertían en burdos tabernáculos. Se realizaban fiestas para recaudar fondos y organizaban encuentros en los que se hermanaban con el resto, con el consiguiente peregrinaje. Recuerdo haber estado en una de Filología, con el regusto agridulce que debe de ser un banquete del pájaro enjaulado… y con una sensación de derrota inminente. A medida que fueron pasando los días, la afluencia del alumnado era cada vez menor. No sólo a las asambleas, también a los grupos de trabajo e incluso a las juergas nocturnas.

EPÍLOGO

La supuesta revolución se marchitó por falta de quorum, así de sencillo… Los exámenes finales de las convocatorias de junio y septiembre del ’87 se realizaron con algunas variantes en cuanto al contenido evaluado, pero con toda normalidad por lo que se refiere a notas y sus consecuencias. Finalmente todo aquel movimiento se diluyó en la inercia…

Para cuando empezó el siguiente curso, ’87-’88… el verano, irónicamente, había servido para enfriarlo todo. Simplemente, desapareció como una niebla fantasmal.




[1] Éstas estaban claras, así como los objetivos que se pretendía conseguir con ellas.

[2] Incluyendo la de Radio 3.

[3] Ahora sabemos que no era realmente socialdemocracia, sino más bien una antesala del neoliberalismo o la globalización.

[4] Quien durante un rato perdido me bautizó como Hilario, nombre de guerra para aquella Revolución del ’87.

[5] Cosa que, según supe después, molestó mucho a Alejandro Marcelino BOFE por absurda y gratuita.

[6] Aparte de una validez pedagógica que se descalifica por sí misma. Para ejemplo, véase ‘La conjura de los necios’ en 101

[7] Sólo como encuesta, sondeo de opinión. Para conocerlas, por curiosidad, sí… pero no para dejarme influir por ellas.

[8] Justo es decirlo: no todos, sólo algunos.

[9] Sin duda ésta era la idea: aquel manojo de pollas agitándose, amenazante, junto a mi rostro. ¡Aquello sí que era estética, decididamente! Pero estética fascista, sin careta: es un hecho. No juzgaremos a GUSARAPO por ello. Pero todo hecho de una persona resume su existencia hasta ese momento. Si aquello no era el acabose… es que no existía.

[10] Se comentaba que en alguna ciudad lo había hecho, convirtiendo el centro correspondiente en una ratonera de golpes y detenidos.

[11] Eran sólo los inicios de la represión institucional de un partido que se había hecho con el poder despóticamente.

[12] No sólo en Samarcanda, nos llegaban también copias de periódicos de todos lados.

[13] Elaborado con toda esta documentación. Se lo llevó Andrés GHANA con la excusa de evitar que cayera en manos censoras… al menos eso dijo.

 

 

Sonido

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