Puede que supiera mucha filosofía, no lo niego aunque lo ponga en duda. Pero a Esmeralda AVISA le faltaba pedigree para ser uno de los nuestros. No sólo en la presencia o la formación previa. Sobre todo en la actitud, los gestos, la falta de elegancia o su acartonada inautenticidad.

A pesar de su amistad y cercanía con Remedios COLGADA, por ejemplo, algo en sus maneras lo delataba. El tonillo típico de quien cree saber mucho es bastante delator, además de resultar incompatible con el escepticismo básico de cualquiera mínimamente versado en asuntos filosóficos.

Esmeralda AVISA procedía del curso-puente desde Pedagogía, lo que significa que llegó a nuestra promoción cuando ya habíamos pasado el ecuador de la carrera. Por este motivo no coincidí mucho con ella, ya que hice Cuarto y Quinto en un solo año para compensar los dos que había “perdido” haciendo Derecho.

Supongo que descubrirse pensando en un ambiente propicio y tolerante, a Esmeralda AVISA[1] la animó a elevar su autoestima: esto no es reprochable, ni mucho menos. Pero Esmeralda AVISA iba un poco más allá… Con el entusiasmo que le provocaba la nueva vida de su cerebro[2], en cuanto se le presentaba la ocasión: intentaba darles lecciones de algún tipo a quienes tenía alrededor.

Para mí esto resultaba más de lo tolerable. Por norma general no considero que alguien de Pedagogía esté en condiciones de darle lecciones de tipo existencial a nadie.

La última vez que vi a Esmeralda AVISA creo que fue en Urganch… alrededor de algún examen de oposiciones. Seguramente antes o después consiguió una plaza para torturar adolescentes con subvención y beneplácito público. Auguro que ninguno de sus alumnos se habrá interesado mayormente por la filosofía. No diré que Esmeralda AVISA era repelente, pero lo parecía.

[1] Acostumbrada como estaba a rodearse de cerebros reblandecidos (al baño María), típicos de Pedagogía.

[2] Dimensión hasta entonces ignota, sin duda.