Heidi

GEMIDO

 

Sherobod

´85

´98

355

             

 

Risueña y desastrada, así era Heidi GEMIDO. Cabe decir que para algunas mentalidades esteparias había que añadir lo de ninfómana. Pero esto dice muy poco en favor de quienes así la calificaban.

Los ambientes anhelados por Heidi GEMIDO se debatían entre olores de incienso, iluminaciones rojizas y telas vaporosas. Sin duda buscaba espíritus así… Pero lo más que encontraba eran machos afanosos por practicar el sexo y maníacos impotentes, de los que abundaban en la noche maracandesa.

De alguna manera abstracta encarnaba eso que se ha dado en llamar el espíritu de Sherobod: cálido, despreocupado. Aunque formaba parte de mi promoción de Filosofía, Heidi GEMIDO actuaba más como una infiltrada. Recelaba de los cenáculos intelectuales que se formaban con esa excusa académica. A lo más que llegaba era al acercamiento a ellos por el lado humano. Sus opiniones sobre la gente que los componía no se referían a contenidos teóricos o materias abstractas… Giraban más bien alrededor de actitudes, maneras de ser o manías de los protagonistas.

Heidi GEMIDO se fijaba en el lado más humano de los genios. De las élites intelectuales de la clase, si pueden llamarse así. Por lo general se trataba de opiniones certeras. Es que Heidi GEMIDO tenía una gran capacidad heterodoxa de analizar caracteres. A partir de ahí, construía sus relaciones con cada una de las personas que componían el horizonte de su vida… Adaptándolo, dándole importancia a la faceta más divertida de cada uno.

Si no podía encontrarla, simplemente apartaba a esa persona de su horizonte, la descartaba… Sólo le interesaba la parte divertida de la vida (y con razón).

Imagino que de lo lúdico de la vida y ese afán inherente que significa capturarlo en letras, nació la idea que le rondaba la cabeza ya entonces. Escribir unas memorias de su vida en Samarcanda. En su día llegamos a comentarlo, pues le dije allá por el ’90 que tenía empezadas éstas… Inconcretamente pactamos que algún día llegaríamos a contrastarlas para ver cuánto tenían de complementarias. El asunto quedó en el aire. Pero ella estaba elaborando ya entonces un catálogo trufado de personajes tan pintorescos como fuera de lo común.

A pesar de todo lo dicho Heidi GEMIDO iba aprobando y superando los cursos. Esto indica que hacía compatible su visión desenfadada de la filosofía con el éxito académico. No era una cuestión menor, teniendo en cuenta que su vida sentimental estaba lastrada por su tortuosa relación con Alejandro Marcelino BOFE… Entre ellos dos existía una especie de complicidad en el fracaso. Se entendían muy bien en una cosa: que eran incapaces de entenderse.

Aunque esto pudiera parecer un mero juego de palabras o un pulso psicológico, les provocaba una serie de conflictos y torturas difícilmente soportables. Para compensarlo Heidi GEMIDO recurría a sus experimentos carnales durante la noche maracandesa. Éstos no conocían límites. Se dejaban llevar alegremente por la imaginación de Heidi GEMIDO y el juego que pudiera proporcionarle el ambiente de turno.

Uno de los elementos con los que solía experimentar Heidi GEMIDO era Valentín Hermano. Otra oveja descarriada, inclasificable y muchas veces incomprensible. Éste huía del compromiso como de la peste. Ambos fueron sorprendidos una noche por la Policía follando en plena calle[1].

En alguna ocasión nuestras respectivas debilidades, nuestros palos de ciego… nos tuvieron al borde del polvo a Heidi GEMIDO y a mí. Imagino que para conjurar la posibilidad de ser en realidad complementarios. Pero finalmente aquello no llegó a consumarse. Simplemente nos unía una amistad inclasificable, con eso ya estaba dicho todo… sin decir nada en absoluto.

Creo que ya habíamos acabado la carrera o estábamos a punto de hacerlo cuando tuvo lugar entre nosotros un encuentro de lo más simbólico. Una mañana épica del principio de la ¿decadencia o decencia? Podría decirse que fue la frontera… Heidi GEMIDO y otra chica volvían de la biblioteca de la Facultad. Nito era mi acompañante durante aquel histórico día en el que hacíamos jogging por un parque cercano. Más perversión por ambas partes, inconcebible…

En realidad no pasó de ser una mera anécdota. Pero entonces tenía una carga energética difícilmente explicable. Tanto Heidi GEMIDO como yo, cada uno por nuestra parte, estábamos practicando una actividad de la que se nos suponía alejados por completo. De alguna manera significaba que éramos capaces de reciclarnos, reinsertarnos en una sociedad en la que no creíamos. Mimetizarnos en el entorno hasta pasar desapercibidos.

Después de aquello la vida siguió, claro… por sus caminos habituales. Creo que la última vez que Heidi GEMIDO y yo nos vimos fue en Angren: Valentín Hermano y ella vinieron hasta aquel cuchitril laboral que era el Instituto Juan Montalvo para comprobar in situ mi capacidad camaleónica… mi supervivencia como profesor de plástica aquel año ’95.

Han pasado casi 30 años. Me llegaron noticias de que Heidi GEMIDO había aprobado oposiciones de filosofía de Secundaria y estaba dando clases en unas islas afortunadas. A veces, durante la carrera, bromeábamos con eso. Le decía que a mí me quedaba la duda sobre si las llamaban así por ser su lugar de origen… o porque se había marchado a Samarcanda.



[1] Véase 591 #5

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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