Irene

   

Termiz

´83

´87

365

             

 

Irene Termiz era una novia que le trajeron los reyes a Valentín Hermano las navidades del ‘83, cuando él pinchaba en La calleja. Pero era también algo más, al menos para mí. Era una persona, con sus características únicas. Quizá demasiado celosa de ellas. Puede que por eso sólo duraran un par de años como pareja, si no menos.

Lo cierto es que Irene Termiz[1] me resultó interesante principalmente en dos cosas.

1)          A pesar de ser estudiante de Psicología, rezumaba cariño y ternura[2] hasta el punto de convertir el ambiente en algo agradable cuando estaba presente. Probablemente Valentín Hermano sentía una responsabilidad por el futuro de Irene Termiz que a mí no me llegaba. Ventajas de no ser su pareja. La cercanía del trato con Irene Termiz y lo interesante de sus conversaciones[3] para mí la convertían en una contertulia ideal. Aportaba ideas. Quizá sólo fueran de cariz psicológico, pero ideas al fin y al cabo.

2)          Aparte de la dulzura de su carita infantil y atormentada, de Irene Termiz quedan un par de episodios en el almacén de mi memoria:

·   el día de su ruptura con Valentín Hermano, durante una tarde decrépita en la que estuve presente. Me prometí a mí mismo no verme jamás en una situación como aquélla…

·   un encuentro posterior con Irene Termiz, en la cafetería de la Facultad de Filosofía. Le transcribí uno de mis poemas de memoria, sin conciencia de que aquello era una despedida.

Sin duda, asistir a la primera escena para mí fue un aprendizaje incomparable. Jamás la había protagonizado nadie ante mí hasta entonces. Era la vida, no una película.




[1] Más allá de sus paranoias y preferencias, que aunque sean diferentes… todos las tenemos.

[2] Por ejemplo, llamaba “colinchas” a sus coletas.

[3] Casi siempre hablábamos de arte o de filosofía.

 

 

Sonido

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