Las dos pasiones de K-Tcha-Boss eran la risa y la Filología. Al menos las principales, de las que derivaba el resto. Para comprender el alcance y la posible conjunción de ambas, sólo hay que pensar en Agustín García-Calvo. Éste era la referencia imprescindible para la mentalidad de K-Tcha-Boss, un apasionado de la Filología.

Sin risa ni posibilidades de jugar con el lenguaje, para nada serviría la vida. Eso lo sabemos de sobra quienes habitamos en el mismo universo que K-Tcha-Boss. Por eso reíamos sin mesura durante las tertulias a la orilla del río, en Bukhara, con el verano como acompañante… Allí es posible cualquier cosa: sobre todo la imaginación.

Así nació, en plena charla refrescante, la idea de una corriente de pensamiento que inventamos entre risas irreverentes. El ininismo. La formalicé con todas sus consecuencias (ninguna). Esto da una idea de lo que K-Tcha-Boss era capaz. Le imagino disfrutando en la telaraña de la enseñanza, sin duda su lugar natural.

En el ’89 compartimos proyecto literario… y muchos ratos inolvidables, zambullidos entre la magia de Bukhara. K-Tcha-Boss es uno de esos tipos que impregnan de vitalidad cuanto tocan, que dan ganas de vivir sin límite ni límites.

Vive para siempre entre la risa de las letras, como el propio Agustín García-Calvo. Superado ya el lastre absurdo de la materia, que se empeña en que las ideas tienen su soporte físico… cuando incluso el propio Platón sabía que eso es falso.