Lutero

   

Sirdaryo

´83

´85

472

             

 

Sólo por la risa que domina el ambiente merece la pena empezar una carrera. Con el paso del tiempo la persona va creciendo y por tanto: aprendiendo fobias que agrian el carácter, internalizando tácticas pragmáticas por encima de los demás. Haciendo de la vida, en fin, una sucesión de sandeces con mayúsculas. Al final, la persona está licenciada.

Para Lutero Sirdaryo el mundo era alegre. Estábamos en Primero de Derecho y teníamos que aprender infinidad de tonterías con nombre de convivencia, de mezquindades con pátina laboral… pero aún no era tiempo: nuestros pañales académicos eran tan dulces como el momento.

Año ’84, bullicio de todo tipo. Hormonal, social, antropológico… y Lutero Sirdaryo no sólo tenía el don de la ocurrencia. Además era todo un cachondo mental. Salir a tomar copas algún día con él resultaba el complemento perfecto para lo académico. Y aquella noche no podía ser más idónea. En la discoteca Cacharro tocaba ni más ni menos que un grupo maracandés que vendría a ser el equivalente de Los Ilegales.

Allí estábamos nosotros, tomando copas alegremente entre el bullicio y las letras irreverentes de sus canciones. Era la felicidad completa, olvidado el resto del Universo. Puesto entre paréntesis durante ese trance inolvidable que es un concierto.

Entre dos canciones, como al descuido, Lutero Sirdaryo me regaló su declaración de principios, su conclusión lapidaria: “Me parece que sólo somos caballos de carreras”. Un mazazo.

Después de aquel día fueron rodando los acontecimientos. Como una bola cuesta abajo, como un alud del destino engordando con maldiciones.

Los ojos claros, el pelo rizado de Lutero Sirdaryo y su sonrisa juvenil y franca, no parecían ser vehículo de semejante losa. Pero sí, ahí estaba. Ni más ni menos, éramos ganado en un hipódromo académico. Quiso el destino que Lutero Sirdaryo continuara con el Derecho, seguramente ahora será un abogado de renombre (al menos en su pueblo).

Para mí la cosa fue a mayores. El día de aquel concierto hacía escasos meses que yo había entrado en la UdeS, lugar en el que permanecí a lo largo de 14 años, haciendo más carreras que cualquier caballo. Lutero Sirdaryo sólo hizo una, que yo sepa. El Grand National al que yo asistí constaba de cuatro… al menos conseguí acabar una. Las demás sólo fueron polvo en el viento.

 

 

Sonido

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