Marilín

Hermana

Samarcanda

´64

´99

522

           

 

Puede que en el carácter de Marilyn Hermana haya algo más relevante, pero no más llamativo ni contundente que la soberbia. Al ser 4 años menor que yo he podido comprobar la evolución de su idiosincrasia a lo largo de la vida. Cuando pequeños, 24 horas al día. Con el paso del tiempo, la distancia ha ido haciendo de sus gestos y sus actos algo menos próximo, pero más significativo.

A medida que Marilyn Hermana iba creciendo dejaba atrás esa imagen idílica y tierna que poseen en general todas las niñas. Para ella, troquelar su existencia significaba ir poniéndose defensas puntiagudas. La forma que encontró de no mostrar su vulnerabilidad fue la clásica: rechazar el trato humano y abandonar el cariño tras una cortina de intereses personales (casi siempre, materiales).

El caparazón de Marilyn Hermana estaba blindando sus carencias. En la convicción de ser inferior, cortó los puentes para no reconocer ningún tipo de enjuiciamiento del que pudiera salir desfavorecida. Una forma egoísta del egoísmo, por así decir.

La adolescencia de Marilyn Hermana fue dejando ante su propia vista los defectos y carencias que tenía[1]. Pero ella se negaba a ser como era, aunque tampoco estaba dispuesta a hacer nada para cambiar. No hablaremos de esfuerzos: esos sí que los realizaba. Hablemos de renuncias: para éstas no tenía disposición alguna, no entraban en sus planes.

Así hay que entender el episodio aleccionador que tuvo lugar cuando Marilyn Hermana estaba terminando de estudiar, sobre los 18. Cansada del mundo del estudio, que nunca la había atraído, decidió ponerse a trabajar, abandonar el instituto. Paquita Madre accedió a ello con la condición de que terminase el Bachillerato… aunque fuera por el sistema nocturno, combinando trabajo y estudio. Ése fue el trato.

Durante un año Marilyn Hermana compaginó su trabajo de aprendiz en una carnicería durante el día, con el estudio en las horas restantes. La experiencia le resultó lo suficientemente traumática[2], pues abandonó el mundo laboral y al año siguiente volvió al instituto para terminar la preparación universitaria.

Marilyn Hermana no estaba dispuesta a renunciar a según qué cosas. Por ejemplo, las salidas de fin de semana con sus amigos. Alguna vez coincidimos en la escalera del Plátanos: Marilyn Hermana subía, salía… yo entraba, bajando… Su horario (18 años y mujer: de tarde) le daba el relevo al mío (22 y macho: de noche). Salvo esa pequeña coincidencia, lo demás eran diferencias abismales. Sin ir más lejos, los ambientes que frecuentábamos. La atmósfera del Plátanos cambiaba alrededor de las 10 de la noche. Pasaba de ser la superficialidad hecha fiesta… a entrar en las neblinas de la trascendencia, del intelecto.

Hasta tal punto eran irreconciliables nuestros universos, a pesar de compartir territorio[3]. Marilyn Hermana se rodeaba por lo general de un mundo vacío, que se agotaba en sí mismo, intrascendente… para el que tenía un magnetismo especial, innato. En su día tuvo un novio torero[4], pero después lo cambió por otro que “estudiaba” para ser Guardia de Perfil. Si cabe más descerebrado aún que el primero. Yo bromeaba con Marilyn Hermana, le daba toques de atención en clave irónica para ver si llegaba a darse por aludida. Le decía sarcástico: “¡Ánimo, ya sólo te falta el cura!”. En fin, lo propio de su edad y carácter, como se ve.

Terminar el instituto le sirvió para replantearse qué quería hacer con su vida. De acuerdo con Valentín Hermano, que empezaba a tener ingresos por trabajar regularmente, decidió estudiar Topografía, aunque Marilyn Hermana sostenía que no sabía estudiar. Seguía métodos, pero se encontraba acomplejada por los resultados.

El verano del ’87: aprovechando mis nuevas amistades de Namangan, gracias a la Filosofía… hice una excursión hasta aquellas tierras para formalizar la matrícula Marilyn Hermana y gestioné el embrión de lo que iba a ser su futura vida universitaria (técnica). Preparé una alfombra para facilitar su desembarco.

Si hasta entonces Marilyn Hermana había ido aprendiendo alguna lección de la vida… evidentemente había sido de rebote[5], no por inquietud ni afán de superación. Poco a poco el egoísmo la iba conduciendo a mundos más habitables, pero no porque fuera éste su objetivo.

Mientras estuvo estudiando allí, Marilyn Hermana descubrió un mundo doblemente nuevo. De un lado, amistades y convivencias que la ayudaron a crecer como no lo había hecho hasta entonces de ninguna otra forma. De otro lado, independencia y distancia con el nido protector: de alguna manera, una muestra de cómo sería su futura vida, si ella era capaz de construirla.

No sé hasta qué punto lo hizo fríamente, de manera calculada y medida. Quizá no fuera así, sino que los sentimientos pesaron en la forja de su futuro. Pero con el telón de fondo del egoísmo, que ése fue seguro.

Lo cierto es que cuando unos años después Marilyn Hermana terminó la carrera, su vida estaba bien planificada y estructurada. En el ’99 se casó. Había adquirido el novio simultáneamente con el título universitario. Después, durante algún tiempo Marilyn Hermana estuvo trabajando en la empresa privada. Finalmente se decidió por la docencia y acabó en las garras del Ministerio de Educación[6].

Al conseguir el objetivo de construir un nido, disfrazó de altruismo lo que nunca había dejado de ser puro egoísmo. Posteriores acontecimientos que escapan a la cronología de estas Malas memorias han venido a demostrar que su orgullo, prepotencia o complejo de superioridad le impiden dar las gracias… incluso por un regalo de un millón de euros.

¿Qué decirle a quien desde su ruindad se piensa la cúspide del Universo, del trato humano? ¿Cómo hacer caer del pedestal a quien cree ser una referencia para el planeta entero?

Marilyn Hermana es alguien que hace de su comportamiento, modelo. Desde allá abajo se piensa descubridora de infinitos mundos nuevos… sólo porque en ellos se desenvuelve a su antojo. Pero lejos de una calidad humana que probablemente no conozca ni por referencias.

Así es Marilyn Hermana. Un caparazón de mezquindad y egoísmo la blinda, le impide cualquier empatía. Ha desarrollado a lo largo de su pobre vida infinitas técnicas que le permiten sentirse orgullosa, soberbia como un Señor de las Moscas. Marilyn Hermana está allá lejos, con una suficiencia inexpugnable. Evaluando al mundo como si pudiera ser jueza. Resulta algo típico de cualquier reo. Se encuentra prisionera de una ausencia de humanidad que sería digna de compasión… si no provocara a cada instante daños colaterales. Perfecciona la especie superando (por abajo) a su maestra. Su madre, que es la mía: Paquita Madre.




[1] Como nos ocurre a todos. Es un proceso natural de maduración.

[2] O aleccionadora, como se quiera llamar.

[3] Espacio sí, pero no tiempo ni contenidos.

[4] Incluso llegué a ir a verle en plena faena el año ’85.

[5] Como nos ocurre a casi todos.

[6] Con alguna ayuda por mi parte: contactos de mis tiempos de funcionario.

 

 

Sonido

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