Pascual

 

Opus

 

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De los cerca de 300 huéspedes que llegaron a pasar por el domicilio de mis padres a pensión completa entre el ’73 y el ’99[1], destacaron todos. Cada uno con sus características humanas irrepetibles. Pero hubo algunos dignos de ser mencionados aparte, con un mínimo de detalle, sobre todo por el valor antropológico y su carga simbólica.

De entre estos individuos que requerirían un ámbito mucho más exhaustivo destaca por ejemplo Pascual Opus. Era un tipo que se disfrazaba de duro de película, parapetado en el personaje que había elegido para ocultarse ante el mundo y por extensión ante sí mismo. Como referente de admiración y pleitesía tenía en el altar de su corazón nada menos que a Humphrey Bogart.

Una de las aficiones favoritas de Pascual Opus era imitar los gestos del actor tal y como pueden contemplarse en las películas… imagino que así consideraba incrementado su sex-appeal y que pasaba a ser un elemento que caía en el punto de mira del colectivo femenino que le rodeaba. En realidad todo este proceso era digno de compasión, porque significaba únicamente la puesta en escena de un drama humano.

El asunto era bien sencillo. Pascual Opus era un joven estudiante de no sé qué carrera[2] en la Universidad Fanática… lo que convertía en irrelevante la especialidad estudiada, puesto que en ella todo está pasado por el tamiz de la censura eclesiástica previa[3]. Eso es tanto como decir que se estudia el catecismo en infinitas variedades, tan estériles como carentes de rigor científico.

Además de estar en Samarcanda con el beneplácito receloso de sus progenitores, Pascual Opus tenía otra característica digna de mención. Era el perfil especialmente proclive a las cuestiones carnales[4]. Quizá precisamente como resultado de una educación represora, de cilicio y disciplina.

Para tenerle más o menos controlado, el ejército opusita contaba con un amigo del alma que le acompañaba siempre durante sus excursiones cerveceras[5]. Puede que yo sea muy sospechante, pero las intenciones de su amigo siempre me parecieron harto interesadas en no dejarle salir de lo masculino, en ponerle un coto cuyas segundas intenciones se me aparecían casi como un corolario de las primeras.

En todo caso esas cuestiones de posibles homosexualidades a mí me parecen irrelevantes. En cambio, la puesta en escena de Pascual Opus en su vida cotidiana sí que es digna de ser glosada. Ésta incluía comentarios acerca de todo suceso y toda persona, cargados con un arsenal de valores rancios y conservadores. Despectivos y censurantes a la primera oportunidad… lo que da una idea de que mis conversaciones con Pascual Opus sólo podían girar alrededor de sus principios inspiradores, para intentar hacerle ver cuán injustos y reaccionarios eran.

Pero su gabardina a lo Bogart no era sólo un atuendo de vestir por la calle, también resultaba una de sus herramientas dialécticas. Pascual Opus resultaba impermeable a cualquier crítica… e incapaz de un diálogo coherente.

Así iba por el mundo, deslizándose entre ese limbo resbaladizo y presto a desmoronarse como cualquier otro dogmatismo… cosa que imagino debió de ocurrir cualquier día[6] tras alguna de sus primitivas investigaciones de la realidad. Éstas indefectiblemente empezaban con una pregunta-comodín, que le espetaba a bocajarro a cualquiera que le fuera presentado: “Y tú… ¿a qué te dedicas?” –decía. Como si estuviera haciendo un catálogo… o buscara de alguna forma una salida desesperada para el ambiente enrarecido que era su vida cotidiana.

Esto se apreciaba a la primera de cambio sólo con el olor apestoso que desprendía su amada gabardina. Humo concentrado de tabaco negro, adherido a su personalidad durante infinitas noches… las que habitaban oscuras la trastienda de su mente. Tan enfermizas como su gesto mientras fumaba: pretendidamente arrebatador y seductor. No es descartable que Pascual Opus acabara engrosando el listado inacabable de psicópatas que jalona la historia reciente de nuestra enfermiza sociedad.




[1] Como fuente de ingresos, forma de supervivencia económica familiar en un hogar al borde de la quiebra.

[2] En el colmo del sinsentido, incluso puede que Psicología.

[3] Tiene que ser apuntalado por el nihil obstat de rigor desde la Edad Media.

[4] Por lo que se desprendía de las conversaciones habituales que mantenía en casa.

[5] Otra de sus aficiones favoritas, con la que enturbiar una realidad que se le escapaba de mil maneras.

[6] Aunque yo no llegara a verlo ni saber del derrumbamiento.

 

 

Sonido

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