Polidori

Samarcanda

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Entre nosotros Polidori era un comodín, de la misma forma que pueda serlo la figura de una baraja. Representaba un arquetipo, a temporadas podía ser una persona u otra. La denominación proviene de aquella película de culto: Remando al viento, de Gonzalo Suárez.

En nuestro caso Polidori designaba a la persona que, de acuerdo con otra, hace tareas domésticas a cambio de manutención. Pero sabiendo las partes implicadas en la operación que en realidad Polidori sirve para cosas mucho más importantes, aunque las circunstancias vitales le hayan colocado temporalmente en esa situación.

Con mayor o menor conciencia de ello, todos hemos sido Polidori alguna vez en la vida; sería una especie de becario, si quiere decirse así. Cuando en el ’92 volví a Kagan a trabajar, le ofrecí a Eugenio LEJÍA el puesto de Polidori en mi domicilio de la plaza Lucas Coscorrón.

Aceptó y estuvimos así una temporada. Eugenio LEJÍA limpiaba, hacía la comida y la compra… Esas tonterías cotidianas que yo no podía hacer porque trabajaba. Mejor dicho: podía hacerlo, pero prefería emplear mi tiempo en cosas más productivas que la intendencia o la infraestructura. Además, creaba un puesto de trabajo para un amigo.

Recuerdo una de aquellas fantásticas noches, todo encajaba. Intentábamos hacer funcionar la vieja tele en blanco y negro de Anastasia Abuela. Pero no tenía antena. Lucas Coscorrón era un domicilio precario, aunque acogedor. A la sazón apareció el crucifijo que pululaba siempre por mesilla y galería en tiempos en que Anastasia Abuela vivía: usado por ella para conjurar la muerte, los rayos y otras menudencias. Una cruz de Caravaca de un palmo. Se me ocurrió ponerlo a guisa de antena y ¡qué sorpresa! las carcajadas de Eugenio LEJÍA resonaban entre aquellas paredes como podría hacerlo un estertor de cadáver en medio del Himalaya… En ese preciso instante de aquel histórico día aparecía Sinead O'Connor rompiendo la foto del Papa ante las cámaras de televisión, mientras decía: “Fight the real enemy!”

En nuestro inconsciente común y cómplice, Sinead O'Connor era la representación de Brenda VAYA. Todo un arquetipo, la exnovia de Eugenio LEJÍA, mi heterodoxa examante…

La que nos regaló aquel día la caja tonta fue una unión metafísica donde las haya.

La figura de Polidori está bien, es útil: inventada desde hace muchos siglos con otros nombres[1]; pero tiene fecha de caducidad. La convivencia cotidiana lleva aparejados muchos inconvenientes acumulativos. Finalmente convierten en polvorín el mejor remanso de paz. Es que los poetas son humanos: como Byron y Polidori.



[1] Patri Ref. Joaquín Marqués en casa de Vicen Ref. Joaquín Marqués, por ejemplo.

 

 

Sonido

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