Tania

 

Ref. Caco

Samarcanda

´87

´99

659 

             

 

Sensación maternal, como de Tania Ref. Caco… aquella chica inigualable a quien le gustaba hacerse pasar por despistada para tener siempre una coartada. La puesta en escena era casi perfecta: gafas un poco exageradas, nariz respingona y vestir desenfadado.

Declararse enemiga de las filosofías baratas y ser una futura pedagoga. El cuadro ya está completo, conocéis un poco más con estos trazos a un ser excepcional en su fondo. Quizá de una peculiaridad sólo intuida en el fondo, al menos por ella. Combinaba sus estudios universitarios con otros más superficiales que la Pedagogía, si cabe. Una educación para Futuros Currantes en estética y peluquería[1].

Sin embargo, tras toda aquella parafernalia se escondía una persona realmente atractiva que durante años tuvo la capacidad de no dejarme indiferente. Compartimos y supimos compartir un territorio fronterizo, conjugando la amistad deliberadamente equívoca ante los ojos del mundo con una coyuntural relación casta. Durante mucho tiempo fuimos una especie de triángulo amistoso Tania Ref. Caco, Caco y yo.

Después se fue ampliando hasta convertirse en un polígono de múltiples lados. Conformado por su Alberto Ref. Caco (el hijo de ambos)[2], Indio (el hermano de Caco), Rosa MÁRMOL (la jefa de Tania Ref. Caco)… y un largo etcétera que lejos de diluir nuestra relación la enriqueció con un entramado de complejas relaciones superpuestas y atractivas.

Quizás a día de hoy seguimos conservando un vínculo espiritual que va más allá de las palabras y los recuerdos. Puede que así sea, pero no tengo pruebas científicas de ello.

Tania Ref. Caco compartió conmigo muchos descubrimientos: el de la palabra, el primero. No el poder, sino su entusiasmo. La capacidad que tienen las palabras de modificar un entorno, incluso más allá de la voluntad de quien las pronuncia o las escribe. A Tania Ref. Caco le gustaba ante todo el mundo de la imagen en blanco y negro. El mundo de la fotografía que glosaba su época juvenil al aire libre, con ese descubrimiento que es el fin de la adolescencia. Y las tardes haciéndose infinitas fotos entre música y humo.

Tania Ref. Caco venía de allí, de esa Edad de oro compartida con Caco y la camarilla de sus porros. Las jam sessions sólo fueron mucho después el corolario de todo este planteamiento. Pero no quiero hablar de esto, puesto que son vivencias personales que todo el mundo tiene o conoce.

Quiero hablar del toma y daca con Tania Ref. Caco, dispuestos como estábamos a jugarnos el corazón cualquier noche. Sobre la barra de un bar o riendo en plena calle. Hablando de letras, jugando a terapias o simplemente torciendo cualquier línea recta gracias a tan conocida herramienta. Nos acompañaba nuestro común amigo el alcohol, como a toda adolescencia. Tania Ref. Caco, como muchos otros seres sobre la Tierra, tiene algo irrepetible que no se ciñe sólo a una cuestión poética. La Naturaleza ha tenido a bien otorgarles una metáfora hecha parte del cuerpo, algo así como un símbolo que sólo sabe interpretar quien conoce de verdad ese trasfondo irisado que trasciende la materia.

Los ojos de Tania Ref. Caco tenían el color del bourbon en ese instante efímero que se funde con el hielo. Reflejos ambarinos y volutas azuladas, caricias etílicas que se tornan mil hojas de transparencia… ¡qué sé yo! El paraíso inocente de cualquier revolución antes de aguarse. Sin embargo, sólo afloraba este color a su iris en determinados momentos. Con la luz nocturna, en ambientes propicios o entre confesiones del alma.

Mi juventud ilusa intentaba atrapar de alguna forma aquella inexplicable maravilla de la óptica. Conservando alguno de sus pendientes[3], escribiendo más poesías que nunca, ayudando a Caco con trabajos de filosofía, hablando con Tania Ref. Caco largas horas por teléfono, buscando la piedra filosofal que transformara en ojos todo su cuerpo… Yo era consciente de lo imposible de aquella empresa, pero no me resignaba a dar por perdida semejante quimera.

Recuerdo perfectamente la esquina en la que una noche, al hilo de una conversación importante ya olvidada, nos detuvimos para mirarnos a los ojos. Pretendiendo sin palabras comunicar aquello que con ellas se nos escapaba.

Hubo un tiempo en que estuve enamorado de Tania Ref. Caco, es cierto. Quizá pueda parecer una tontería, esotérica o frugal, a los bisoños o poco duchos en estas lides de la comunicación incorpórea.

Aquella noche nos desnudamos en plena calle, sin tocarnos la ropa siquiera… inmaterialmente. Manteniendo la mirada fija en los ojos del otro: inmóviles y sin palabras. Un lapso de tiempo durante el que cualquiera… despacio, bien podría haber contado hasta novecientos. Más de diez minutos de reloj, sin decir una palabra[4]. A las tres de la madrugada y en según qué condiciones es una verdadera hazaña. Pero el tiempo se había detenido en aquel instante, sigue detenido en aquella esquina. Finalmente Tania Ref. Caco y yo nos marchamos. Yo desencantado por la falta de comunicación no verbal, no física y no nada. Pero si alguien inventa un detector de monumentos invisibles, allí encontrará un ejemplar digno de estudio.

Durante aquellos años Tania Ref. Caco y yo hicimos cosas dignas de ser recordadas, compartidas con amigos y reinventadas mil veces. Nada comparable a la herida de mi pecho por la impotencia absoluta de capturar sus ojos de bourbon de ninguna manera que no sea en la memoria… esa misma que traiciona los recuerdos.



[1] Todos hemos sentido alguna vez cerca el cuerpo de una peluquera.

[2] A Tania Ref. Caco cuando preñada… yo no quería ni verla. Me invadía una especie de alergia metafísica.

[3] Gracias a aquel pendiente que encerraba al arco iris entre sus paredes móviles, tengo una parte del alma de Tania Ref. Caco encarcelada en mi laberinto. En ocasiones visito las galerías ahora lúgubres, otrora resplandecientes, buscando su alma errante… Rastreando ese peregrinaje entre las dunas que el tiempo ha ido depositando por los rincones.

El tiempo es un desierto, una visita infructuosa… pues su alma ha perdido el norte y no distingue filosofías devaluadas. Tania Ref. Caco y el resto de su alma fragmentada viven en la dimensión casi real de la vida material.

[4] Justo el mismo tiempo que a día de hoy mi perra podría mirarme a los ojos sin hablar, esperando una orden mía.

 

 

Sonido

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