Brenda
GOCE   Samarcanda ´98 ´99 745
             

 

Algún hilo conductor, tan oscuro como esotérico, ligaba los apellidos de Brenda GOCE al destino de mi familia desde hacía años, pero ni entonces ni a día de hoy sería yo tan osado como para intentar desentrañar el significado de semejante vinculación. Además de parecerme totalmente irrelevante, puesto que lo cito simplemente como anecdótico.

Brenda GOCE llegó al horizonte de mi existencia allá por el ’98, a partir de una visita que realizara juntamente con su amiga Esme Tûrtkûl a La Tapadera. En principio se trataba sólo de una solicitud de información por su parte, porque ambas habían sabido de la existencia del taller y querían más detalles. No sé lo que había de verdad en eso y lo que más tarde fue improvisación que añadieron sobre el terreno, pero al poco tiempo ambas se habían repartido el botín carnal de Valentín Hermano y yo como entretenimientos sexuales respectivos.

Evidentemente fueron ellas quienes eligieron y planificaron, como sucede en la mayoría de los casos semejantes; quedando yo como el botín de Esme Tûrtkûl y Valentín Hermano como la captura de Brenda GOCE. Y aquella relación, como todas las que yo le he conocido a Valentín Hermano, podría calificarse como inclasificable… si es que esto significa decir algo o más bien declarar la propia ignorancia respecto a algo. Sobre todo cuando se trata de relaciones humanas, porque no hay dos iguales; a lo más, se parecen sólo en que son diferentes.

Tras el carácter jovial y risueño de aquella chica pizpireta llamada Brenda GOCE, presta con frecuencia a cualquier actividad que se saliera de lo convencional, se encontraba un carácter tan llevadero como vacío: y como suele pasar con las personas de semejante perfil, con altibajos existenciales que se autocuestionaba como carácter. Reconocer el vacío le hacía caer en depresiones de las que llegaba a tratarse incluso médicamente, buscando una solución que la química en el mejor de los casos sólo puede llegar a parchear.

Valentín Hermano la consolaba como bien podía o sabía, aunque alguien curtido por las frustraciones y versado en la desilusión no es el más adecuado para paliar semejantes abismos. Por lo general el horror al abismo de Brenda GOCEera tratado por parte de Valentín Hermano de la misma forma que en la Edad Media se resolvía este tema: horror vacui compensado con abigarramientos. Actividades, entretenimientos y diversiones múltiples que sólo conseguían enmascarar temporalmente el pozo sin fondo del vacío: lo que viene a ser una personalidad carente de fundamentos.

Como en tantos otros casos semejantes, Brenda GOCE había empleado su juventud en diversiones y jolgorios carentes de proyección hacia el futuro. Actividades fungibles y placenteras las hay a millones, pero sólo serán beneficiosas para la persona si se trata de algo con continuidad, que le permita viajar como formación a través del hilo conductor que se llama existencia.

No se me malinterprete: ésta puede ser ortodoxa o heterodoxa, no hablo de conservadurismo sino de encontrar aquello que constituya el núcleo, la esencia de la persona. Y remitir todo a ese magnetismo, porque así toda experiencia es crecimiento (incluidas las equivocaciones); además, de esta manera el mundo la ayuda a crecer, haga lo que haga. Brenda GOCE era un ejemplo de lo contrario… y tantos años malgastados resultaban ya irrecuperables: más que nada porque se había roto en ella ese mecanismo capaz de reciclarlo todo… que se llama corazón.


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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