Cándida
Telebuzón   Samarcanda ´92 ´93  774
             

 

A veces eso que tan grandilocuentemente suele denominarse karma se presenta de maneras caprichosas y sin esperar a la reencarnación; al menos no lo hace de la forma tradicionalmente entendida desde la pacata concepción occidentaloide con la que yo me desenvolvía en la época que tuve que tratar con Cándida Telebuzón.

La conocí sin conocerla físicamente allá por el verano del ’88, es decir: coincidí con ella, se interseccionaron nuestros mundos durante aquella temporada inolvidable en la que llegué a vivir casi como un okupa en la casa familiar de Alejandro Marcelino BOFE. Cándida Telebuzón era ni más ni menos que la vecina que nos acusaba de poner “música sacra” (eran palabras suyas, literalmente) durante las bacanales que allí celebrábamos: como si eso fuera un delito por sí mismo… obviando las performances que tenían lugar a toda hora, en cualquier momento: era la libertad del arte en su máxima expresión.

Pero eso a Cándida Telebuzón le habría sonado a sánscrito si hubiésemos llegado a explicárselo; en todo caso acabó aquel verano y terminó la singular experiencia. Pero cuatro o cinco años más tarde, durante una aventura empresarial que tuvo a bien iniciar Valentín Hermano, Cándida Telebuzón reapareció en mi vida, en mi horizonte.

La vida venía así a cobrarse su tributo por la experiencia del ’88… pero esto lo supe más tarde: en principio creí que se trataba sólo de una casualidad, porque Cándida Telebuzón era la dueña del local en el que el Lelo y Valentín Hermano decidieron instalar aquel negocio llamado Telebuzón. Una sociedad a tres bandas en la que Cándida Telebuzón ponía el local, el Lelo dinero y algo más que se me escapa… y Valentín Hermano el trabajo: esto último me introducía en el ajo, significaba que yo entraba como mano de obra gratuita, con la finalidad de poner en marcha el negocio.

Una forma de esclavitud asumida por mi parte, aunque más tarde como pago me fue cedido un sótano que pude utilizar como taller artístico para hacer pinitos de cara a la Facultad de Bellas Artes, en la que por entonces ya estaba matriculado. Para esa época Telebuzón ya funcionaba y Cándida Telebuzón ejercía como recaudadora diaria de los fondos que la clientela había ido dejando en el negocio; es decir, ejerciendo de hecho como el personal arquetípico de Samarcanda en lo que a población autóctona se refiere.

Una mera especuladora sin escrúpulos: no había más que ver su perfil a la noche, recortado en la penumbra tras el cierre… deslizando las monedas recaudadas, contándolas sobre el mostrador. Las iba deslizando pausadamente, arrastradas sobre la pulida superficie de mármol; enganchadas con la uña de un dedo deformado: imagino que por los años repitiendo esta misma tarea en otros lugares similares, sin duda apasionante para Cándida Telebuzón. Usurera vocacional, de ahí el apodo adjudicado; lo suyo era una garra, tanto física como metafísicamente hablando.

El ritual se repetía cotidianamente, aunque yo, por vivir en Kagan entonces, sólo tuve ocasión de contemplar semejante liturgia de forma extemporánea. Con aquel gesto Cándida Telebuzón venía sin duda a cobrarse material, económicamente, los disgustos y sinsabores de unos años atrás…

Pero no contenta con eso, su ilimitada avaricia fue un poco más allá. Hasta el punto de la conspiración empresarial, al más puro estilo Falcon Crest (una serie de la época que venía muy al caso); se puso de acuerdo con el Lelo para echar a Valentín Hermano de la sociedad que habían constituido: una Comunidad de Bienes que a la postre resultó ser más bien una Comunidad de Males. Con aquella experiencia yo pagué el karma que le debía al Universo desde el verano del ’88, sin duda. Valentín Hermano también, porque había participado en ocasiones de las veladas inolvidables. La pobre Cándida Telebuzón se enriqueció un poco más, materialmente hablando… no tanto como para compensar mi enriquecimiento espiritual, que resultaba ser infinito como contrapartida. Sin duda alguna, en aquel trueque salí ganando con creces… aún sin ser mi negocio.

 

 

Sonido

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