Charo
  Papiro   ´83 ´98 767
             

 

Lo primero que llamaba la atención de Charo Papiro cuando te atendía era su simpatía y amabilidad, porque el mismo trabajo podía haberlo hecho de manera fría, automática e inhumana sin que por eso fuera menos eficiente. Al fin y al cabo, el asunto de hacer fotocopias, que era su labor la mayor parte de la jornada, puede ejercerse encomiablemente sin necesidad de humanizarla: eso era lo que más llamaba la atención, que Charo Papiro fuera amable pudiendo evitarlo sin que se le pudiera reprochar: porque todo el día haciendo aquello y aguantando a aquel personal, seguro que no motivaba para ello.

Lo segundo que llamaba la atención era la presencia física de Charo Papiro: un cuerpazo de bandera, alta y proporcionada de manera llamativa, exuberante. Casi impresionaba y coartaba tener que cambiar palabras con ella; molestar a una diosa con pequeñeces de apuntes o libros que uno pretendía duplicar. Por lo general el proceso era tan rápido que casi no te daba tiempo a reaccionar, aunque si ibas con frecuencia ya sabías que tras aquel mostrador ibas a encontrarte con Charo Papiro y te mentalizabas para el breve instante.

Muchas veces sólo era pedir lo que ya estaba preparado diciendo curso y asignatura… de Derecho, claro, que Papiro estaba a la puerta misma del lugar en el que entonces, cuando yo estudiaba, se encontraba la Facultad de Derecho. También había materiales de Filologías varias, asimismo cercanas…

Algún comentario sobre Charo Papiro, realizado en clase, puso a Vicente GAMA la oportunidad en bandeja: para declarar el platonismo que le podía, pues se confesaba perdidamente enamorado de Charo Papiro. Pura anécdota, claro, pues jamás intentó salir de anonimato, del oscuro agujero de la cueva platónica. Vicente GAMA sabía que por definición tenía que ser así, aunque no le torturaba.

La mirada de Charo Papiro parecía decir: “No me confundas con mi cuerpo”… pero la sonrisa con la que te atendía era sublime, aunque estuviera ensombrecida por unas encías cuya coloración violácea corroboraba lo que podía comprobarse a cada instante: su vicio insuperable de fumar tabaco negro constantemente. En aquella época aún se fumaba en los establecimientos públicos: era el ’83.

Probablemente no habría vuelto a ver nunca a Charo Papiro, teniendo en cuenta que mi horizonte académico cambió a la Facultad de Filosofía y mi paisaje dejó de estar iluminado por su presencia… pero quisieron las circunstancias que no fuera así, porque unos años después, allá por el ’96, volvieron a coincidir nuestros universos.

Sólo que ahora era muy diferente: yo había pasado a ser un poco socio de Javier Lucas Papiro, pues hacíamos incursiones conjuntas, él y yo, en el mundo de la imprenta. Publicaciones, publicidad, folletos, trabajillos de transcripción… un poco de todo. Eso sí, ahora cuando yo entraba traspasaba el mostrador y pasaba hasta el taller, la trastienda de Papiro; donde estaba la maquinaria y también Javier Lucas Papiro.

Por eso con Charo Papiro sólo intercambiaba algún saludo y –extemporáneamente– comentarios sobre los trabajos que teníamos Javier Lucas Papiro y yo entre manos. Pero Charo Papiro no había perdido un ápice de su encanto, el envejecimiento no era una palabra que formara parte de su léxico.

Solía vestir de negro y revestir de seda aquellas columnas que la sustentaban… la hacían convertirse en monumento. Grácil en el andar y los movimientos, Charo Papiro era todo un poema, pero a mí me pasaba lo mismo que a Vicente GAMA: la veía tan inaccesible que no me parecía real. Es más, todos aquellos proyectos que me esmeraba en trabajar para convertir en libros, se desvanecían como una neblina en su presencia, pasaban a ser minucias comparadas con aquella belleza incontestable.

Nunca llegué a saber si Charo Papiro tenía novio, jamás quise saberlo aunque era más que seguro lo afirmativo de aquel enigma. Habría resultado inconcebible que semejante ejemplo de la existencia de un dios (una diosa) no encontrara fieles entre el mundo de los humanos. Como mínimo, un ejército de pretendientes que rindieran pleitesía.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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