Charo
  Ref. Jesús Onza   ´83  986
             

 

Aquella criaturita de piel blanquecina y cara inocente, pizpireta a ratos libres y con inquietudes existenciales propias de sus 16 años, había caído en las garras, bajo la nefasta influencia de quien se decía su novio: el salido que habitaba bajo la piel del individuo denominado Jesús Onza. La pobre Charo Ref. Jesús Onza era inexperta en temas carnales y/o sentimentales, que a esa edad van tan enlazados que resulta difícil distinguirlos. No dudo de la virginidad de ella, por mucho que él se empeñara en anotarse tantos (o hacer muescas en la culata de un revólver que él utilizaba tan metafórica como maliciosamente) con ella como supuesto objetivo: y es que las fantasmadas de aquel chaval eran sólo comparables a sus ínfulas artísticas.

Vamos, que conocí a Charo Ref. Jesús Onza de rebote como elemento que le quitaba el sueño al ínclito. A la sazón Jesús Onza era compañero mío de correrías nocturnas e inquietudes radiopitas. Charo Ref. Jesús Onza estaba terminando el último curso del Bachillerato, creo… no sé si llegó a la UdeS porque le perdí la pista al poco tiempo. Ella mantenía con Jesús Onza un pulso en pleno apogeo, eso hizo que coincidiéramos; yo intentaba hacer alguna aportación al asunto: algo que permitiese a la pareja salir adelante… pero sin mayor éxito. No era yo el más adecuado aliciente para ello, teniendo en cuenta mi falta de experiencia parejil. Mis conocimientos aportaron algún elemento para avivar el cotarro, aunque no cuajaran con éxito. Entre Sábato y Hesse andaba el juego, pero me da la impresión de que mi presencia sólo sirvió para dejar en evidencia que el tal Jesús Onza era un patán… ante los ojos de Charo Ref. Jesús Onza, principalmente, que al poco tiempo acabó abandonando toda esperanza de reciclar a aquel demonio para alguna causa que no fuera puramente sensual.

Por si acaso había algo que rascar en aquel terreno llamado Charo Ref. Jesús Onza, baldío para el propio Jesús Onza, al poco tiempo hice un intento de cita con ella vía telegrama: para lanzar un anzuelo que –he de confesarlo, aunque resulte tan obvio como inútil y ridículo– por mi parte carecía de la fe suficiente como para cobrar éxito. No acudió a mi cita; probablemente pensaría que nada tenía que decirme, como nada quería escuchar de lo que yo pudiera ofrecerle.

Charo Ref. Jesús Onza era sólo una chica atormentada por los fantasmas de su edad: entre esos fantasmas nos encontrábamos tanto su ex, Jesús Onza, como yo. El primero por haber perdido su oportunidad entre zarandajas sensoriales… y yo por pertenecer a un universo que nada tenía que ver con sus inquietudes. Charo Ref. Jesús Onza era una chica normal: lo contrario que yo, vamos. El asunto del telegrama lo completé otro día (anterior, creo) con una llamada telefónica desde el anonimato, en la que sin hablar le puse la canción de Stevie Wonder I just call to say I love you. Aquellas cosas que me daba por hacer con mis 19 añitos, intentando encontrar la manera de traducir a un lenguaje comprensible el ejército de contenidos que bullían permanentemente en el interior de mi cerebro.

En todo aquel asunto Charo Ref. Jesús Onza tuvo suerte haciendo caso omiso de mis requerimientos, porque probablemente habría entrado en un terreno tan farragoso que ni siquiera yo, su supuesto guía turístico por los paisajes ignotos de la adolescencia, sabía hacia dónde podía habernos acabado conduciendo: juntos o por separado. A día de hoy me produce vértigo imaginar cuál podía haber sido el resultado… probablemente, como decía el telegrama, aquello era “sólo para locos”: nosotros, cada uno a su manera, no éramos más que un par de inocentes.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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