Víctor
FC   Kagan ´94   976
             

 

A Víctor FC desde pequeño le habían quedado los rizos como declaración de su personalidad: traviesa cuando niño, eso seguro (aunque no llegué a conocerle entonces, que yo recuerde); con el paso de los años, ya iban en franca retirada, por la ampliación de su frente. La sociedad, en lugar de domesticarle como consigue hacer con la mayoría de las personas, sólo había conseguido convertirle en escurridizo… o al menos potenciar esa faceta, que a buen seguro ya anidaba en su personalidad adolescente.

Pero cuando yo le conocí, Víctor FC no tenía nada de problemático, todo lo contrario: era el típico tipo dicharachero capaz de entablar amistad enseguida con cualquiera, porque tenía esa capacidad tan innata como rara que consiste en encontrar un lugar común donde relajarse con buen humor y dejarse llevar por el momento. Un territorio no físico, inaprehensible… por eso mismo, casi utópico. De ahí que no me sorprendiera en absoluto enterarme de su militancia anarcosindicalista, pues Víctor FC resultaba tener la personalidad clásica, típica del habitante de la isla de Utopía. Cierto es que se relacionaba normalmente con un grupo de inquietudes culturales que reivindicaba las escasas excelencias de Kagan, con lo que esto tiene de anclaje telúrico: pero no quedaba la menor duda de que aquello era puramente circunstancial. De hecho más bien parecía que Víctor FC y sus amigos pretendían lo contrario: demostrar que la reivindicación del terruño era algo universalizador, puesto que se trata de algo común a todos los rincones del planeta.

Víctor FC circulaba con soltura por el Instituto de Futuros Currantes de Kagan, habida cuenta de que al igual que yo formaba parte de su plantilla: por eso le conocí. Sólo que su condición de conserje le otorgaba un privilegio con respecto a mí, pues su tarea consistía en realizar encargos y resolver asuntos fuera del edificio del Instituto de Futuros Currantes, mientras que a mí se me adjudicaba la tarea administrativa dentro. Si lo mío era una condena, lo suyo resultaba una libertad vigilada; máxime cuando los cabecillas de aquel antro en el que trabajábamos ambos tenían vocación de carceleros.

Por eso resultaba raro (estadísticamente hablando) que coincidiéramos en el interior del Instituto de Futuros Currantes, pero con relativa frecuencia nos encontrásemos fuera (La destilería, por ejemplo) y charláramos sin ningún tipo de cortapisas. Resultaba divertido y aleccionador compartir el rato con aquel individuo cuarentón, de vuelta de muchas cosas y cargado del buen humor que otorga la experiencia; aunque su gesto, bien se adivinaba, podía tornarse agrio e incluso violento cuando se trataba de ventilar asuntos con enemigos: fascistas de cualquier tipo, de los que ni en Kagan ni en el Instituto de Futuros Currantes faltaban.

De hecho, la ideología de Víctor FC resultaba ser una rara avis en aquel entorno, lo que quizás, casi sin querer, nos acercaba un poco en cuanto a camaradería se refería. Muchos ratos de carcajadas compartidas, de ésas que eternizan los momentos y le hacen sentir a uno dueño del mundo, aunque sólo sea por un instante tan fugaz como efímero: infinito, en todo caso. Víctor FC poseía la capacidad de quitarle hierro a los problemas diluyéndolos con una cerveza entre las manos e impartiendo sabios consejos sobre cómo convenía actuar en el futuro para sobrevivir entre aquel proceloso terreno infestado de pirañas.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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