La destilería

Bar

 

Kagan

´92

´94

421

             

 

Sin duda La destilería era una excepción en medio del panorama saharaui… No sólo por especializarse en un tipo de música, el jazz, que, no se sabe muy bien por qué, nunca ha tenido buena fama entre las gentes de la comarca. Supongo que por tratarse de un producto excesivamente intelectual para un colectivo más dado a las orquestas que deleitan al público desde el auditorio del parque… o por ser algo de negros… o pedirle al espectador un compromiso o unos conocimientos demasiado profundos ¡si sólo se trata de música!

En fin, todo esto hacía de La destilería un lugar aparte. Una rara avis que el pueblo como colectivo se negaba a integrar completa y normalmente en la vida cotidiana, aunque a título individual lo practicara. Sí que en lo demás La destilería era un sitio bien considerado. Desde el punto de vista hostelero y de ambiente juvenil, por ejemplo. Pero el asunto de la música… era algo que se dejaba aparte. No sé exactamente por qué, puesto que La destilería era un establecimiento que ofrecía actuaciones con frecuencia. La música en vivo era parte de su identidad y por lo general había grupos interesantes y de renombre en el mundillo.

No era extraño para mí ir a tomar una copa a La destilería y encontrarme inesperadamente con alguna actuación (generalmente agradables y de buena calidad). Éstas completaban las aspiraciones del local como lugar de unas inquietudes artísticas[1] que incluían actos literarios. Por ejemplo, la presentación de Los cuadernos del Soplagaitas del año ’94.

En el interior de La destilería el lugar destinado a escenario era lo suficientemente cercano al público[2] para que diera la impresión de que el arte y la gente formaban parte de una misma amalgama. Con ello se conseguía acercar el arte al público, pero también conllevaba una pérdida inconsciente del respeto que generalmente se profesa hacia los artistas.

La impresión final era que el arte es de y para todos. Un espejismo que tras el tiempo de entusiasmo y decibelios, desde la tranquilidad de casa y La destilería como un recuerdo, resultaba una lástima que hubiera sido sólo eso.

Transcurridos los ratos eufóricos de La destilería, las cosas volvían a su cauce… Pero el ambiente quedaba impregnado de una carga que la sonrisa de José Ángel Passo alimentaba constantemente de complicidades más allá de la música. El sitio era lo suficientemente animado como para prestarse a apreciar el matiz único de cada momento.

Como aquella mañana en la que estábamos tomando una caña Dolores BABÁ, Conchi Prima y yo. En su inconsciencia buscadora de límites, utilizando la canción que sonaba en ese momento, Conchi Prima me incitaba. Se insinuaba para ver si mi respuesta era lo suficientemente eufórica y la besaba allí mismo, ante su prima… quien por entonces, el ’93, estaba saliendo conmigo. En realidad no me estaba poniendo a prueba a mí. Simplemente, aunque quizá ella ni lo supiera, ejercitaba su capacidad de seducción para autoevaluarse como mujer fatal. Para desarrollarla óptimamente en otros territorios futuros…

Pero esto era lo de menos, porque todo formaba parte de La destilería. Ese espíritu inquieto habitando un bar. Travieso, incitando y excitando a la concurrencia. Es probable que a Kagan le quedara grande la talla espiritual de La destilería… En una ciudad propicia probablemente habría dado mucho más juego… A pesar de que en Kagan nunca se quedó corta. Más bien fue un lugar desde el que ejercer presión hacia un progreso que de otra manera no habría sido aceptado por aquel pueblo. Demasiadas veces, sin embargo, la decoración de La destilería era la resaca.




[1] Generalmente exposiciones fotográficas también de buena calidad.

[2] Y sin elevación, a ras de suelo. A su misma altura.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta