Ernesto LINO   Cuba ´95 791
             

 

Cuando se ponía a hablar conmigo, Ernesto LINO no me parecía el mismo a quien todo el mundo se refería como un genio: en las ocasiones que coincidimos, parecía y se comportaba como una persona normal. A mí esto me despistaba horrores, quizás porque no estoy acostumbrado a tratar con genios más que a través de sus obras, pero no en vivo ni en persona; de hecho, casi siempre ya muertos y a través de su legado, de sus obras.

Puede que por eso yo le infravalorase o Ernesto LINO se sintiera así, pero en mi actitud jamás hubo intención de menospreciar su talento. De hecho, ni siquiera tendría yo criterio para poder hacer una valoración de su obra, puesto que al tratarse de un pianista lo que yo pueda o pudiera decir carece de autoridad en la materia.

Pasé alguna vez por su casa durante aquellas vacaciones: era una vivienda muy coqueta en La Habana. Allí me deleitó con algunos acordes de piano, parte de lo que estaba trabajando en aquel momento del ’94. Ernesto LINO abrió amablemente la puerta de su casa a los dos turistas que éramos Dolores BABÁ y yo gracias a que íbamos recomendados por Camilo FRANCO: poco tiempo antes, éste había estado también en Cuba y congenió sobremanera con Ernesto LINO, así que aprovechando la coyuntura tuve la ocasión de codearme con aquella figura que a día de hoy continúa trabajando en lo suyo. Internet me lo ha contado y parece que le sonríe el éxito, algo de lo que me alegro; de hecho, he dado una vuelta por sus correrías artísticas, escuchado sus trabajos y me parecen de calidad. Por eso creo una lástima no haber profundizado más en su obra durante aquel verano, teniéndole tan cercano y accesible.

Pero es que el propio Ernesto LINO se encontraba a la sombra de Victoria AGUA, una sombra proyectada con tal afán que daba lugar al eclipse del propio Ernesto LINO. Imagino que a él le daba igual, porque ella era uno de esos productos mediáticos tan fungibles que su cénit no duraría más que un suspiro; sobre esto no puedo opinar, me da pereza preguntarle al oráculo del Google. Para Ernesto LINO imagino que eran las consecuencias colaterales de compartir su vida con ella y con su afán de convertirse en estrella, en genia eterna y omnipresente. Sobre la supuesta calidad de la obra de Victoria AGUA… pues rayaba en lo que suele denominarse periodismo, aunque sus ínfulas ya me hacían repeler cualquier producto que procediera de sus orígenes.

Ernesto LINO sí que era un genio, pero precisamente por eso no precisaba demostrárselo a nadie o convencer con palabras de unos hechos objetivamente contrastables… eso se lo dejaba a ella, que se afanaba con mil tácticas para vender la moto de su supuesta genialidad.

A mí me parecía que como pareja no congeniaban mucho, pero los caminos del amor son infinitos. Además, ¿qué pintaba yo allí, el último mono llegado del último rincón del último mundo, pensando aquellas cosas? No osé abrir la boca ni por soñación, me limité a ser amable como corresponde a un invitado aunque la anfitriona le caiga como una patada en los huevos. Para mí que si Ernesto LINO ha llegado a ser algo en algún aspecto de la vida ha sido por su genialidad… en último caso no gracias sino a pesar de aquel lastre llamado Victoria AGUA.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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