Jose Ángel

Passo

Kagan

´92

´94

838

           

 

Todo el mérito de José Ángel Passo consistía en regentar un bar; como en tantas ocasiones, esto da para miles de posibilidades: es un disparo sobre la realidad que provoca la reacción imprevisible pero predecible que significa abrir la puerta a un universo alternativo. Porque eso es un bar, no nos engañemos… a veces salida de emergencia, pero en otras ocasiones sentar las bases para un mundo nuevo.

Y José Ángel Passo resultaba una especie de cicerone, tras la barra de La destilería: su sonrisa despreocupada, sus rizos amigables y las palabras prestas al buen rollo tenían gran responsabilidad en la positividad de su ambiente. Es cierto que los espectáculos (conciertos, exposiciones, recitales…) invitaban a participar de esa vida tan diferente que se respiraba en el interior de La destilería; pero sin alguien como José Ángel Passo franqueando la puerta, abriendo aquella frontera y sirviendo las pociones mágicas que atesoraba tras la barra, a buen seguro que el éxito no habría sido el mismo.

Don de gentes es la expresión que viene al caso, porque José Ángel Passo conseguía seducir con facilidad: tanto al colectivo femenino que por allí circulaba como al ejército masculino… a pesar de los recelos que acompañan al macho cuando ve un rival cerca, aunque simplemente se trate de una seducción diplomática y de amabilidad (como suele ocurrir tantas veces con los camareros).

Lo cierto es que José Ángel Passo dejaba siempre abierta una puerta tras la sonrisa… o insinuaba mundos posibles aunque sólo fuera por hacer que los clientes se sintieran importantes. Nunca se sabe. Pero José Ángel Passo disfrutaba en Kagan de una fama tan merecida como notoria. A pesar de que su nombre iba asociado al de La destilería, el bar no le privaba de su personalidad propia… y eso que le ocurría como a todos los embajadores: que a fuerza de dispersarse para llegar al mayor auditorio posible, resultaba superficial. O lo que es lo mismo, vacío de contenido.

A mí me caía bien José Ángel Passo, pero nunca llegué a saber si había algo tras su sonrisa y ese gesto amable al que solía acompañar una cerveza en su mano y un cigarrillo, que blandía como pueda hacerlo el director de orquesta con su batuta.

No llegamos a tener oportunidad de profundizar en tema alguno, quizá por eso mi memoria tiende a idealizarle. Le alcanza de lleno el beneficio de la duda, quizás fuera un tío interesante… si a esto añadimos la envidia que me provocaba su don de gentes y aquel gesto que parecía decir: “Dejad que las niñas se acerquen a mí”… fácilmente se concluye que resultaba una de las personalidades alternativas que me habría gustado tener.

 


 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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