Nereida

BOA

 

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En ocasiones la juventud se presenta cual energía arrolladora, difícilmente clasificable porque muchas veces es como una supernova: en estado puro e intentando materializarse, buscando vías con las que identificar sus ganas de renovación del universo. Éste era el caso de Nereida BOA, aunque ya con sus 20 años se veía que las circunstancias habían llevado a que eligiese unos caminos que más que apaciguar, amortiguarían esa energía reconduciéndola (sin tardar mucho) hacia los cauces establecidos y diluyéndola por tanto en la normalidad. Pero sin mayor tragedia, como un mecanismo de autodefensa que tiene la sociedad para protegerse de lo desconocido: algo así como el conservadurismo natural que permite la supervivencia, olvidando la carga ideológica o política que conlleva de contrabando.

Digamos sencillamente que Nereida BOA había elegido como campo en el que desarrollarse intelectualmente el Derecho; que además de eso estaba intelectualmente comprometida en la HINCA de Zarafshon, donde ejercía su voluntariado de una manera reivindicativa desde su condición femenina. Estas dos cosas en combinación, el Derecho y el voluntariado social, de por sí son una contribución a mantener el status quo casi siempre. Chirriaba un poco el asunto feminista, enfocado desde la perspectiva clásica al estilo de la figura de Lisístrata, a quien reivindicaba su grupillo. Pero ya se ocupaban desde la HINCA de amortiguarlo para que no se convirtiera en algo excesivamente progresista.

Mas Nereida BOA tenía inquietudes, al menos entonces, que llamaban la atención de mi observación atenta: yo me encontraba haciendo la Prestación en aquella asociación y por eso coincidí con Nereida BOA. Aparte del potencial de su personalidad, Nereida BOA también ostentaba belleza física: imagino que debidamente cultivada, pues podría entrar en el grupo denominado “pijo”. Como puede comprobarse, todos los elementos necesarios para llamar mi atención, aún a sabiendas de que con Nereida BOA jamás me uniría relación alguna que no fuese la observación de su persona como ejemplar digno de estudio para mi insaciable ansiedad clasificatoria/taxonómica.

Todo encajaba a la perfección, porque Nereida BOA las pocas veces que coincidimos mantuvo hacia mí una actitud distante, casi despectiva… pues no llegaba yo al mínimo que ella les pedía a las cosas para prestarles atención. No lo digo con despecho, en absoluto: jugábamos cada uno nuestro papel; yo, inserto en la HINCA para salvar la papeleta y Nereida BOA intentando cambiar el mundo gracias a su energía.

Han pasado casi 30 años de aquello y por lo que he podido comprobar gracias al Google Nereida BOA no pudo imponerse a la realidad para modificarla; o al menos no fue capaz de renombrarla desde su paradigma: en eso el tiempo acaba igualando prácticamente a la totalidad de los jóvenes, reconduciéndolos hasta llevar el ascua a su sardina. La morenaza feminista y arrolladora que inundaba todos los rincones de la HINCA con su personalidad llamativa y su presencia a juego, se ha convertido ya en lo que suele llamarse socialmente “una persona normal”, con la doble carga que esto tiene.

De un lado, la sociedad vencedora gracias al tiempo, ha sido capaz de amortiguar y reconducir cuanto otrora fuera inclasificable y novedoso. De otro lado, Nereida BOA ha sido capaz del aprendizaje que se llama crecimiento: descubrir que toda aquella energía descontrolada podía enfocarse hacia una mejora más concreta, la mejora de su propia vida. Abandonar lo abstracto puede ser egoísta, pero es realismo: conocer los propios límites.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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