SAMARCANDA

SA - 1.4.8.

Estudios

maracandeses

UdeS

Sociología

1991

112

 

 

Mi paso por la Facultad de Sociología resultó infinitamente fugaz: un destello, pues salí despedido de ella por unas fuerzas incontrolables… que tampoco merecían el esfuerzo de intentar evitarlo.

Aquel ambiente resultaba impermeable para mí. Mi vocación líquida deseaba llover sobre el tejido adecuado, receptivo… pero se veía incapaz de salvar aquella distancia.

Antes de iniciar mi aventura por aquel territorio, conocía desde hacía tiempo el mundo de la Sociología: una leve introducción en Primero de Filosofía me había servido como inicial contacto… que posteriormente se vería apuntalada por Filosofía Social, asignatura de Cuarto curso.

Por lo tanto no llegué virgen a la Facultad de Sociología: ya estaba sobre aviso. Pero la práctica de la docencia tal como se practicaba en aquel cuchitril dejó claro para mí que el asunto era tiempo perdido. No obstante hice de tripas corazón… incluso llegué a ir a alguna clase, lo que terminó de quitarme las escasas ganas que tenía de evolucionar en aquel ambientillo por definición enrarecido.

Los docentes eran poco menos que clínicos. Daba la impresión de que sólo les faltaba una bata blanca para estar en su salsa. Esa pretensión de la Sociología de tener justificado su estatuto epistemológico de forma indiscutible y meridiana, les había hecho ir modificando la pose hasta creerse una ciencia natural… con toda su carga.

Querían ser una ciencia exacta[1] y resultaban ser una ciencia exactamente patética.

A título personal me provocaban, me producían lástima[2]. Pero no de manera empática sino acompañada de un irrefrenable deseo de salir de su ámbito de influencia.

A pesar de eso, hacía sacrificios por intentar entrar en aquella órbita: ¿quién podía decir si aquel rechazo no era una postura errónea por mi parte, algo que debía corregir? No eran esfuerzos, sino sacrificios: asesinaba en un altar ritual a mi tiempo libre, para encomendárselo a aquel dios cruel y frío que se llamaba Sociología.

Tenía algunos contactos entre el alumnado: un par de chavales que acababan de empezar e incluso Pablo CIEGOS, que se había matriculado también para intentar rentabilizar sus estudios previos de Filosofía. Pero por mi parte no había manera. Aquello era infumable. Llegué a aprobar una asignatura[3] pero aquel mismo año salí por patas de aquel cubil.

Mi “presentación en sociedad” fue simultánea a mi despedida. Durante una conferencia que impartió en el salón de actos de la Facultad Celedonio PRAGA

Aquel día el conferenciante ¡cómo no! se puso el impermeable para las preguntas comprometedoras. Un tejido merresbala de última tendencia, con acabado tecreochaval a juego con las cortinas del salón de actos. Gracias a ese atrezzo pudo salir impunemente por la tangente, sin sufrir el menor daño… certificando de esta manera y a ciencia tan cierta como definitiva el inevitable divorcio que separaba sin remedio su discurso de mis conceptos más atrevidos.

Continuó la farsa: de la conferencia aquella tarde, de la Facultad de Sociología en general… y de la vida universitaria en conjunto. Pero yo ya me había ido.



[1] Aunque sólo fuera en su inexactitud.

[2] No me la sugerían. Era algo así como un sarpullido involuntario en mi cerebro.

[3] Ciencia política y de la Administración, se llamaba.

 

 

Sonido

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